Antes de entrar de lleno en el comentario de Como un latido en un micrófono, novela escrita en catalán y premiada con el Llibres de Anagrama de Novela 2024, de la escritora Clara Queraltó (1988), quiero declarar sin ambages que esta es la novela mejor escrita que leí últimamente. Esta convicción la tuve desde sus primeras líneas: “En aquel momento no sabía que iba a impresionarme tanto ver llorar a un hombre”. Palabras de Gabriela, una de las protagonistas de esta historia. Gabriela es pródiga en observaciones inteligentes y sutiles, como la que expresa cuando entra por primera vez en el piso de Quim, el otro protagonista; después de comprobar lo despojado del sitio, todo blanco y sin nada colgado en sus paredes, reflexiona: “No sabía bien si era orden o vacío”. Con este pensamiento, Gabriela tal vez es cuando estuvo más cerca del alma de su amante, Quim. Pero empecemos por el principio.
Gabriela es una chica de dieciocho años, llena de vida y desprejuicio. Vive con sus padres, a los que no tiene en gran consideración, aunque sí lo tiene a su abuelo, el hombre que Gabriela vio una vez llorar. Gabi, como la llama Quim, se va a un pueblo del Ampurdán a estar con su abuelo. Allí, junto a un lago, conoce a Quim, el que será durante un verano el hombre de su vida. Quim es un empresario y tiene cuarenta y dos años, 24 más que Gabi. Quim y cuatro amigos alquilan ese varano una casa para pasar unos días. Gabriela se enamora de Quim. Es guapo, atlético y no habla mucho. Quim se resiste al principio, pero al final claudica.
Resulta notable cómo Clara Queraltó logra que un final tan cerrado, resulte a la vez impredeciblemente tan abierto
Como un latido en un micrófono, en la estela moral de novelas como Lolita, de Vladimir Nabokov, o la más reciente, El consentimiento, de la escritora y editora francesa Vanessa Springora, alterna dos narraciones, primero la de Gabriela y en la segunda parte la de Quim, que la empieza después de cortar con la chica. Los relatos son muy diferentes. El de Gabriela, hondo consigo misma y desprejuiciado para con su amante y el medio que la rodea. El de Quim, irrelevante, como es él, un ser vacío, como su piso, aunque nos reserva una carta que tenía escondida. El probable abuso sexual y el no menos probable uso del poder por la diferencia de edad sobrevuelan sin un ápice de simplificación esta magnífica novela. (Aquí, en esta espinosa cuestión, el lector tiene la última palabra). Y para terminar, resulta notable cómo Clara Queraltó logra que un final tan cerrado, resulte a la vez impredeciblemente tan abierto.
Antes de entrar de lleno en el comentario de Como un latido en un micrófono, novela escrita en catalán y premiada con el Llibres de Anagrama de Novela 2024, de la escritora Clara Queraltó (1988), quiero declarar sin ambages que esta es la novela mejor escrita que leí últimamente. Esta convicción la tuve desde sus primeras líneas: “En aquel momento no sabía que iba a impresionarme tanto ver llorar a un hombre”. Palabras de Gabriela, una de las protagonistas de esta historia. Gabriela es pródiga en observaciones inteligentes y sutiles, como la que expresa cuando entra por primera vez en el piso de Quim, el otro protagonista; después de comprobar lo despojado del sitio, todo blanco y sin nada colgado en sus paredes, reflexiona: “No sabía bien si era orden o vacío”. Con este pensamiento, Gabriela tal vez es cuando estuvo más cerca del alma de su amante, Quim. Pero empecemos por el principio.Gabriela es una chica de dieciocho años, llena de vida y desprejuicio. Vive con sus padres, a los que no tiene en gran consideración, aunque sí lo tiene a su abuelo, el hombre que Gabriela vio una vez llorar. Gabi, como la llama Quim, se va a un pueblo del Ampurdán a estar con su abuelo. Allí, junto a un lago, conoce a Quim, el que será durante un verano el hombre de su vida. Quim es un empresario y tiene cuarenta y dos años, 24 más que Gabi. Quim y cuatro amigos alquilan ese varano una casa para pasar unos días. Gabriela se enamora de Quim. Es guapo, atlético y no habla mucho. Quim se resiste al principio, pero al final claudica.Resulta notable cómo Clara Queraltó logra que un final tan cerrado, resulte a la vez impredeciblemente tan abiertoComo un latido en un micrófono, en la estela moral de novelas como Lolita, de Vladimir Nabokov, o la más reciente, El consentimiento, de la escritora y editora francesa Vanessa Springora, alterna dos narraciones, primero la de Gabriela y en la segunda parte la de Quim, que la empieza después de cortar con la chica. Los relatos son muy diferentes. El de Gabriela, hondo consigo misma y desprejuiciado para con su amante y el medio que la rodea. El de Quim, irrelevante, como es él, un ser vacío, como su piso, aunque nos reserva una carta que tenía escondida. El probable abuso sexual y el no menos probable uso del poder por la diferencia de edad sobrevuelan sin un ápice de simplificación esta magnífica novela. (Aquí, en esta espinosa cuestión, el lector tiene la última palabra). Y para terminar, resulta notable cómo Clara Queraltó logra que un final tan cerrado, resulte a la vez impredeciblemente tan abierto. Seguir leyendo
Antes de entrar de lleno en el comentario de Como un latido en un micrófono, novela escrita en catalán y premiada con el Llibres de Anagrama de Novela 2024, de la escritora Clara Queraltó (1988), quiero declarar sin ambages que esta es la novela mejor escrita que leí últimamente. Esta convicción la tuve desde sus primeras líneas: “En aquel momento no sabía que iba a impresionarme tanto ver llorar a un hombre”. Palabras de Gabriela, una de las protagonistas de esta historia. Gabriela es pródiga en observaciones inteligentes y sutiles, como la que expresa cuando entra por primera vez en el piso de Quim, el otro protagonista; después de comprobar lo despojado del sitio, todo blanco y sin nada colgado en sus paredes, reflexiona: “No sabía bien si era orden o vacío”. Con este pensamiento, Gabriela tal vez es cuando estuvo más cerca del alma de su amante, Quim. Pero empecemos por el principio.
Gabriela es una chica de dieciocho años, llena de vida y desprejuicio. Vive con sus padres, a los que no tiene en gran consideración, aunque sí lo tiene a su abuelo, el hombre que Gabriela vio una vez llorar. Gabi, como la llama Quim, se va a un pueblo del Ampurdán a estar con su abuelo. Allí, junto a un lago, conoce a Quim, el que será durante un verano el hombre de su vida. Quim es un empresario y tiene cuarenta y dos años, 24 más que Gabi. Quim y cuatro amigos alquilan ese varano una casa para pasar unos días. Gabriela se enamora de Quim. Es guapo, atlético y no habla mucho. Quim se resiste al principio, pero al final claudica.
Resulta notable cómo Clara Queraltó logra que un final tan cerrado, resulte a la vez impredeciblemente tan abierto
Como un latido en un micrófono, en la estela moral de novelas como Lolita, de Vladimir Nabokov, o la más reciente, El consentimiento, de la escritora y editora francesa Vanessa Springora, alterna dos narraciones, primero la de Gabriela y en la segunda parte la de Quim, que la empieza después de cortar con la chica. Los relatos son muy diferentes. El de Gabriela, hondo consigo misma y desprejuiciado para con su amante y el medio que la rodea. El de Quim, irrelevante, como es él, un ser vacío, como su piso, aunque nos reserva una carta que tenía escondida. El probable abuso sexual y el no menos probable uso del poder por la diferencia de edad sobrevuelan sin un ápice de simplificación esta magnífica novela. (Aquí, en esta espinosa cuestión, el lector tiene la última palabra). Y para terminar, resulta notable cómo Clara Queraltó logra que un final tan cerrado, resulte a la vez impredeciblemente tan abierto.
Clara QueraltóTraducción de María Alonso SeisdedosAnagrama, 2024208 páginas. 18,90 euros
Clara QueraltóLlibres Anagrama, 2024208 páginas. 18,90 euros
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