«Overlord sería la operación anfibia más grande de la historia, con más de cinco mil barcos, ocho mil aviones y ocho divisiones en la primera oleada. El nerviosismo, el llamado “canguelo del Día D”, era considerable». Son palabras de Anthony Beevor, «El día D. La batalla de Normandía» (2009), sobre aquella contienda armada que sin cesar genera nueva bibliografía y que cuenta, sigue contando, cómo en plena Segunda Guerra Mundial, D. D. Eisenhower, como comandante supremo de las Fuerzas Aliadas, y B. L. Montgomery, en calidad de comandante del XXI Grupo de Ejércitos, emprendieron la tarea de planificar la invasión de Normandía; el lugar elegido había sido la región al noroeste de Francia, bordeada por el Canal de la Mancha, para penetrar en territorio nazi y liberar Europa de las garras de Hitler.
]]> El ensayo de Antonio J. Candil sintetiza lo ocurrido en el Desembarco de Normandía poniendo el acento en el lado nazi, el vencido en la II Guerra Mundial
«Overlord sería la operación anfibia más grande de la historia, con más de cinco mil barcos, ocho mil aviones y ocho divisiones en la primera oleada. El nerviosismo, el llamado “canguelo del Día D”, era considerable». Son palabras de Anthony Beevor, «El día D. La batalla de Normandía» (2009), sobre aquella contienda armada que sin cesar genera nueva bibliografía y que cuenta, sigue contando, cómo en plena Segunda Guerra Mundial, D. D. Eisenhower, como comandante supremo de las Fuerzas Aliadas, y B. L. Montgomery, en calidad de comandante del XXI Grupo de Ejércitos, emprendieron la tarea de planificar la invasión de Normandía; el lugar elegido había sido la región al noroeste de Francia, bordeada por el Canal de la Mancha, para penetrar en territorio nazi y liberar Europa de las garras de Hitler.
Hace pocos meses aparecía «El día D de Churchill. La génesis, ejecución y secuelas del día D a través de los ojos del propio Winston Churchill» (editorial Crítica), de Allen Packwood y Richard Dannatt. No en vano, se ha escrito mucho acerca de las dudas respecto al plan de invasión a través del Canal de la Mancha y que en principio se opuso a la operación. Por otra parte, también vio la luz un trabajo de Pere Cardona y Manuel P. Villatoro, «Lo que nunca te han contado del Día D» (Principal de los Libros), en el que se pretendió desvelar detalles aún inéditos alrededor de la serie de misiones que, sin temor a equivocarse, se podían calificar de suicidas, que hubieron de afrontar los Aliados el 6 de junio de 1944: el conocido como «Día D».
Primero, los autores explican los preparativos de la operación, que comenzó a concebirse en la Conferencia de Teherán de 1943, momento en el que los líderes aliados decidieron invadir la Francia ocupada por los nazis como primer paso de la liberación de Europa. Aparte de estos acontecimientos, en el libro se abordaban detalles que complementaron la planificación estratégica, como la tarea de desinformación, llevada a cabo por la Doble Cruz, «un reducido grupo de hombres y mujeres encargados de sembrar de engaños las informaciones que les llegaban a los alemanes y sin cuya labor la invasión hubiera sido imposible. Por cierto, fue una playa «literaria», pues en la mochila del soldado estadounidense J. D. Salinger –que sufrió en sus carnes cinco sangrientas batallas– iban los folios de su novela «El guardián entre el centeno».
En suma, estamos ante un episodio histórico de primera magnitud que podemos relacionar aún con secuelas sociales o vidas de personas próximas en el tiempo y en el espacio. Tiempo atrás, James Holland se había internado en ese Día D que puso fin a la Segunda Guerra Mundial en «Normandía 1944. El día D y la batalla por Francia» (Ático de los Libros) tras recopilar testimonios inéditos –procedentes de soldados rasos y altos cargos, de pilotos de bombarderos, enfermeras o miembros de la Resistencia. Holland afirmaba que, pese a que disponemos de infinita información y que cada año millones de personas peregrinan a Normandía para ver las playas de la invasión y los cementerios de guerra, paradójicamente, «se han colado en el relato tradicional muchas distorsiones y hay una serie de asunciones que se han calcificado y ahora pasan por hechos, cuando basta una somera investigación para poner de manifiesto que, en el mejor de los casos, la verdad es más compleja y, en el peor, tales asunciones son completamente erróneas».
Según él, se ha abordado esta campaña solo desde la perspectiva del nivel más alto de mando y desde la de los soldados en la línea del frente, pero mucho menos desde la mecánica de la guerra, esto es, «el nivel de análisis que estudia qué es lo que permite a los bandos mantener sus operaciones y sus objetivos globales –su estrategia– y combatir a un nivel táctico del modo más conveniente a sus objetivos bélicos».
La logística de una guerra
El autor se estaba refiriendo al trabajo de las personas responsable de la logística de una guerra, de cientos de miles de administrativos, estibadores, marineros de la marina mercante o contables. En verdad, se trató de una guerra totalmente industrializada, muy avanzada tecnológicamente, lo cual requería una planificación continua en torno a fabricar suficientes fusiles y ametralladoras, a alimentar a la tropa, a disponer de asistencia médica, combustible, ropa, munición, etcétera, y todo esto con el apoyo de una red de transporte marítimo eficiente. Y en esta línea de buscar nuevos enfoques desde los que conocer el desembarco más famoso está el libro de Antonio J. Candil, «Normandía: el día más largo» (Almuzara), que toma en cuenta la mirada de Sir Basil Liddell Hart, que dijo en un ensayo en 1952: «Ha habido excesiva glorificación de lo ocurrido en Normandía y muy poca investigación objetiva». Este coronel retirado y experto en inteligencia proporciona en estas páginas un análisis de la historia militar y social que hay detrás de este combate, pero desde la perspectiva de los vencidos, de ahí que en su caso la vertiente táctica y sociológica destaque por encima de otros aspectos meramente bélicos. Dice el autor que la operación de Normandía, y el cataclismo subsiguiente que padeció el Tercer Reich, hizo que se creara «una nueva Europa, una Europa tal y como la conocemos hoy, a pesar de los cambios surgidos a partir del derrumbamiento de la Unión Soviética y del imperio comunista». La Europa de la posguerra, obligada a reconstruirse, acabó de materializarse por medio de la Unión Europea, «bien vista en un primer momento desde el otro lado del Atlántico, y hoy denostada por muchos en ambas orillas del océano, pero que ha venido cumpliendo su función de eliminar tensiones admirablemente, a pesar de los desequilibrios que todavía perduran y de la situación actual», reflexiona Candil.
Para este, justamente, Normandía «puede y debe ser considerada como el punto de arranque de las relaciones trasatlánticas –hasta precursora de la OTAN en alguna medida–, ya que, sin la participación de Estados Unidos en la operación militar, su realización no hubiera sido posible».
Así las cosas, su libro no solamente es una oportunidad de conocer las vicisitudes que experimentó el alto mando alemán o sus disputas, la función de la fortaleza del llamado «Muro del Atlántico» o el modo en que Hitler se dirigía a los suyos, sino que también sirve para comprender qué situación política impera hoy tras la infinita sacudida social de la Segunda Guerra Mundial. Por ese motivo, prosigue el historiador, «Alemania no sería el motor de Europa hoy si no hubieran tenido lugar aquellos acontecimientos. Y sin la aportación de Estados Unidos, la reconstrucción de Europa hubiera sido poco menos que imposible, algo que no se debe olvidar».
También se ha escrito mucho sobre la baja calidad y preparación de esas tropas alemanas que defendían Normandía y, en general, toda la costa francesa, pero fueron esas tropas las que precisamente impidieron de forma general que los Aliados alcanzasen los objetivos previstos inicialmente para el Día D, provocando que, en alguna zona, los Aliados casi estuvieran próximos a ser derrotados. Naturalmente, ello no modifica la aplastante realidad histórica de que, al final, la victoria aliada fuera indiscutible.
Candil, por otro lado, explica que la invasión aliada, aparte de constituir una gesta inmensa nunca antes llevada a cabo, fue algo que era esperado por los nazis, y que estos, de haber vencido, hubieran configurado un mapa europeo muy distinto: «Si estos soldados hubieran vencido en 1944, es posible que Francia fuera aún parte de Alemania en la actualidad».
Sin embargo, los nacionalsocialistas ya estaban a la defensiva en todos los frentes, lo cual se aprovechó porque la clave radicaba en actuar en la costa atlántica, y para ello Francia era el lugar adecuado a pesar de que «entre los Aliados había muchas dudas y ello incluso en los niveles más altos de toma de decisiones». Iba a suceder en Normandía, en suma, lo que quiméricamente Hitler había soñado: invadir Gran Bretaña mediante la operación que se barajó emprender, denominada «León Marino», en 1940. Pero «Alemania nunca poseyó la ni capacidad logística y anfibia necesaria ni la superioridad naval y aérea que exigía tal operación, ni tampoco había realizado el planeamiento y preparación que era imprescindible para llevar a cabo tal empresa». Por el contrario, en Normandía sí que se manifestó una superioridad global aliada después de casi dos años de preparación. «La operación no podía fallar y no falló».
Meterse en una mente nazi
El autor habla en su libro del teniente general Hans Speidel, que fue jefe de Estado Mayor del Grupo de Ejércitos B, al mando del mariscal Rommel, en Normandía, y que escribió sobre lo ocurrido desde el punto de vista alemán, en 1950, un texto que no ha sido muy difundido. «Conocí al hijo del general, en Londres, cuando desempeñaba, en 1985, el puesto de agregado militar en la embajada alemana, y conversamos mucho acerca de la experiencia de su padre en Normandía». Sus notas de aquellos días, unidas a lo que contó el escritor militar alemán Paul Carell y a los extractos de las cartas de Rommel a su esposa, incluidas en sus memorias, fueron las fuentes principales para «tratar de reconstruir cuál fue el pensamiento militar alemán y cómo se tomaron las decisiones que, en última instancia, llevaron a los acontecimientos de aquellos días. Por otra parte, es de obligada consulta el ervicio Histórico del U. S. Army, que «llevó a cabo interrogatorios exhaustivos de los altos mandos alemanes, prisioneros la mayoría, tras el fin de la guerra», y que tiene más de 2.500 estudios y análisis que descansan en los archivos norteamericanos, algunos de los cuales Candil ha añadido a su obra.
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