La batalla cultural (de nunca acabar) del Valle de los Caídos

Ha sido una noticia surreal, como de programa de humor: «Bolaños cierra la tienda de regalos del Valle de los Caídos pese a que las visitas suben un 16%», publica «The Objective». En pocas horas se convierte en el titular más clicado del jueves en su página web. España tienen severos problemas de vivienda, inmigración y desempleo, pero el Estado anda ocupado en boicotear el acceso a los souvenirs de uno de los monumentos más conocidos del país. ¿Motivo real? No se explica: sencillamente se informa de que «Patrimonio Nacional ha decidido el cierre de la tienda del Valle de Cuelgamuros», nombre oficial del lugar desde la polémica Ley de Memoria Histórica. Tampoco se proporcionan datos sobre las ventas de productos, ya que no se facilitan de manera individualizada, sino solo en conjunto los de «toda la red de tiendas de Patrimonio Nacional». ¿Por qué estas neuras con el Valle?

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]]> Un progresismo más débil que nunca se obsesiona y arremete contra el monumento católico a la reconciliación nacional  

Ha sido una noticia surreal, como de programa de humor: «Bolaños cierra la tienda de regalos del Valle de los Caídos pese a que las visitas suben un 16%», publica «The Objective». En pocas horas se convierte en el titular más clicado del jueves en su página web. España tienen severos problemas de vivienda, inmigración y desempleo, pero el Estado anda ocupado en boicotear el acceso a los souvenirs de uno de los monumentos más conocidos del país. ¿Motivo real? No se explica: sencillamente se informa de que «Patrimonio Nacional ha decidido el cierre de la tienda del Valle de Cuelgamuros», nombre oficial del lugar desde la polémica Ley de Memoria Histórica. Tampoco se proporcionan datos sobre las ventas de productos, ya que no se facilitan de manera individualizada, sino solo en conjunto los de «toda la red de tiendas de Patrimonio Nacional». ¿Por qué estas neuras con el Valle?

El humorista Héctor de Miguel, antes conocido como Quequé, ha llegado a decir en su programa de la Cadena Ser que «toda esta gente que estamos aquí tenemos un deseo, que es llenar de dinamita la cruz del Valle de los Caídos y volarla por los aires. Si puede ser un domingo, mejor, para que vaya más gente». Le cayó una demanda de Abogados Cristianos, de esas con más recorrido mediático que jurídico. La Fiscalía no aprecia que hubiera delito alguno, así que seguramente la cosa quedará en agua de borrajas. La fantasía de Quequé es completamente enfermiza: «Y luego lo que queremos hacer (…) es coger todos los pedacitos que salgan de la Cruz del Valle de los Caídos y, de la misma manera que vosotros vais a las clínicas abortivas a acosar a las que van a abortar, nosotros iremos con esas piedrecitas a las puertas de las iglesias y los monasterios a tirársela a los curas que se hayan follado a algún niño, o sea, a todos», remató. El odio anticlerical de la izquierda sigue vivo casi un siglo después de nuestra Guerra Civil.

Hace poco más de una semana también se desbocaba Fernando Garea, periodista parlamentario que llegó a dirigir la Agencia EFE. El prestigioso analista acudió a una entrevista en el canal de Youtube de Jesús Cintora y soltó la siguiente perla: «El Valle de los Caídos hay que volarlo una vez sacados los cuerpos que hay. No es recuperable como centro de memoria», sentenciaba. La fijación de Garea viene de lejos, ya que desde 2018 llevaba defendiendo la voladura, por ejemplo, en el programa de Ana Rosa Quintana. Otro que se apunta es Ramón Espinar, antiguo alto cargo de Podemos, hoy con plaza en tertulias televisivas, que pidió hace un mes volar el Valle a lo grande, «con 200 kilos de dinamita». ¿Alguien da más?

Viñeta
ViñetaJae Tanaka

Todas estas declaraciones tienen un contexto político concreto: los planes del presidente Pedro Sánchez para convertir el cincuenta aniversario de la muerte de Franco en un extenso programa sociocultural para exaltar las virtudes de la socialdemocracia española. Antes puso en marcha una comisión interministerial para la «resignificación» del Valle, además de ordenar la «extinción y liquidación de la Fundación de la Santa Cruz», que es el nombre de la asociación del grupo de benedictinos que habitan en el conjunto monumental. Pese a las amenazas del entorno mediático progresista, el prior del Valle de los Caídos, padre Santiago Cantera, ya afirmó que no será fácil expulsar a los monjes debido al convenio que mantienen con el Estado, que «no puede romper unilateralmente». Quizá este obstáculo sea el que les ha animado a empezar a hablar de explosivos.

En un intento de salvar el Valle se especuló con la posibilidad de que la Comunidad Autónoma de Madrid declarase el conjunto como Bien de Interés Cultural (BIC). Hablamos de la Cruz más grande del planeta, de 152,4 metros de alto por 46,40 de ancho. Finalmente, solo se aplicó el estatus BIC a las escolanías del Escorial y de la Santa Cruz del Valle de los Caídos. Lo que se protege, por tanto, no es la cruz, sino los coros integrados por «unos 40 niños que reciben una completa formación académica y musical especializada en cada caso en polifonía medieval o canto gregoriano». El gobierno madrileño esgrime que, en realidad, no tiene competencias para proteger el Valle de los Caídos. Isabel Díaz Ayuso visitó el lugar el pasado verano y se reunió con cuatro monjes que le comentaron sus problemas cotidianos y la expulsión a la que quiere someterles el Gobierno de Sánchez. La polémica no es solo institucional, sino también social. El pasado 12 de diciembre, el instituto Núñez de Arce, un centro educativo de Valladolid, publicaba en sus redes sociales una excursión que sus alumnos de segundo de bachillerato habían realizado al Valle de los Caídos. El Sindicato de Estudiantes de Castilla y León denunció que se produjeron incidentes como «la entonación de himnos vinculados al Régimen y la exhibición de banderas franquistas». No es una simple anécdota: según una encuesta realizada por el CIS el pasado año, los menores de 35 años son los españoles que menos creen que la democracia sea mejor que cualquier otra forma de gobierno. De hecho, un 12% defiende que en algunas circunstancias un gobierno autoritario es preferible a uno democrático.

En nuestro país comienzan a chocar una juventud que rechaza el progresismo y se interesa por nuestro pasado imperial contra un gobierno que quiere prohibir cualquier disenso en el debate histórico a base de multas, cierres y censuras. Son demasiadas décadas de dominio del relato histórico progresista, de dominio indiscutido por los complejos de la derecha. Muchos progresistas atribuyen el giro juvenil conservador al hecho de que los jóvenes no han vivido jamás una dictadura. Es cierto, y seguramente influye, pero de lo que no se les puede acusar es de no conocer la sociedad actual, donde les resulta casi imposible acceder al trabajo, a la vivienda y hasta a la posibilidad de fundar una familia. La mirada nostálgica hacia el pasado no solo tiene que ver con cuestiones políticas, sino también y sobre todo materiales.

Quien quiera profundizar en este conflicto hará bien en acudir a Youtube y visionar el documental «Valle de los Caídos», del colectivo conservador Terra Ignota. Allí se desmontan uno a uno los mitos que ha extendido el progresismo en el último medio siglo, detallando las condiciones de los trabajadores, argumentando la condición de monumento reconciliatorio y documentando el odio anticlerical de nuestro izquierdismo.

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