Lady Gaga y su triunfal regreso a la pista de baile: un festival de estribillos

Cuando Lady Gaga publicó su primer disco, The Fame (2008), tenía 22 años. Su imponente irrupción con zambombazos como Poker Face o Paparazzi y su discurso valiente recordó en gran medida a lo que representó Madonna en los ochenta. Gaga se proclamó la Mamá Monster, una extravagante y seductora figura que reivindicaba el orgullo del diferente y el apoyo a los colectivos LGTBIQ+. Muchos adolescentes abrazaron su mensaje inclusivo a ritmo de dance y hoy, 17 años después, quizá les haya servido para tener más clara su condición y, sobre todo, para echar mano a herramientas de defensa ante un mundo más hostil que hace unos años contra con los colectivos minoritarios. Gaga publica ahora Mayhem, un disco de baile que recupera a aquella reina de las pistas más sudorosas y tolerantes.

En 2011, Gaga se convirtió en una estrella del pop planetaria con el álbum Born This Way y en lugar de atenuar su mensaje lo acentuó hasta tal punto que sus conciertos se transformaron en el espacio más seguro para todo aquel que se saliera de lo normativo (estos últimos también eran bienvenidos). Lady Gaga tiene hoy 38 años y, en su afán por no perpetuar fórmulas y estados de ánimo, por el camino se ha convertido en una actriz (más o menos) solvente, en una convincente cantante de suaves clásicos del jazz (con el recordado Tony Bennett), en una aficionada a aventuras que no siempre salen bien (el desafortunado disco que acompañó a Joker: Folie à Deux) y en una acompañante perfecta tanto para veteranos del rock (su dúo con Mick Jagger en Sweet Sounds of Heaven, del último disco de los Rolling Stones) o con compañeros de generación como Bruno Mars, con el que comparte el megaéxito de los últimos meses, Die With A Smile.

Y llegamos a 2025, con el primer disco estrictamente pop de la artista neoyorquina en cinco años (Chromatica data del pandémico 2020). Con Mayhem Gaga quiere volver a ejercer de guía de sus Little Monstruos (Pequeños monstruos), como se hacen llamar sus seguidores, quizá algo crecidos ya, pero a buen seguro que igual de atribulados con la que está cayendo en algunas partes del mundo, donde se empeñan en regresar a los tiempos del él (sobre todo él) y ella. Desde el principio suena todo como la Gaga clásica: piezas de dance saturado de bajos, arreglos barrocos y estribillos para desatarse en la pista de baile. En esta línea se encuadran canciones como Disease, Abracadabra o Perfect Celebrity, donde la artista ejerce la autocrítica como una figurante más de la cultura del éxito. “Estoy hecha de plástico como una muñeca humana. / Me empujas y me tiras, no me duele nada”, canta.

La música retro de perfil disco aparece en Vanish Into You, en la línea de Dua Lipa; algo más experimental resulta Killah, que si no es un homenaje a David Bowie lo parece; de vuelta a Chic con la irresistible Zombieboy; LoveDrug suena a lo que grababa Katy Perry cuando molaba, y Shadow Of A Man recuerda a Daft Punk/Michael Jackson de Dangerous. Son referencias que no restan personalidad a Mayhem, con la gran voz de la protagonista en primer término y unas letras desvergonzadas que parecen surgidas de aquella Gaga que acudía a una gala metida dentro de un huevo gigante o ataviada con un vestido de filetes de carne.

El productor, Andrew Watt (responsable de los últimos trabajos de los Rolling Stones, Pearl Jam, pero que también trabajó con Justin Bieber), aporta orden a las músicas más abigarradas y saca brillo a los temas más disco. El álbum termina siendo un diluvio de buenos estribillos para bailar, solo enturbiado en el tramo final por baladas configuradas únicamente para su lucimiento gargantil. Si hubiese quitado las tres últimas piezas (el dúo con Bruno Mars entre ellas) habría quedado un disco de 11 canciones más coherente y disfrutable.

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