Toni Casares ha llevado a escena una reflexión de Pau Miró sobre la gentrificación de las ciudades, la expulsión física, pero también mental de una urbe, en este caso Barcelona —a la que el dramaturgo ya dedicó la obra que la que dio el bombazo en 2004, Plou a Barcelona—. Lo hace de forma metafórica, casi metafísica, a través de las peleas entre tres hermanos, acuciados cada uno con sus problemas, en una reunión familiar en una casa de veraneo familiar en la que se reúnen junto a la hija de uno de ellos. La disposición escénica (el público a dos bandas) y la escenografía, un paisaje volcánico, juegan un papel esencial en este montaje. “Nuestro presente es muy negro, como este paisaje árido y lunar”, concluye Oriol Puig Taulé en su reseña de la obra.
En Madrid, tras unos meses de gira por España, hace parada ahora en el Teatro de la Abadía el montaje que han levantado la dramaturga María Folguera y la directora Rakel Camacho de El cuarto de atrás, un reto del que es difícil salir victorioso, pero en el que triunfa la actriz Emma Suárez, que se mete no solo en la piel sino también en la mente de Carmen Martín Gaite, la autora de esta novela ganadora del Premio Nacional de Narrativa en 1978. “El espectáculo que han levantado está imbuido del mismo espíritu anárquico y libre que impregna la novela, lo que constituye su mejor virtud a la vez que su mayor defecto”, explica nuestra experta Raquel Vidales.
“Lo que Calderón cuenta con gravedad, para Valle-Inclán es motivo de sorna”, nos explica Javier Vallejo en su crítica de la obra de don Ramón María Los cuernos de don Friolera, que dirige Ainhoa Amestoy en los Teatros del Canal. Esta obra, en la que el protagonista decide matar a su mujer porque corre el rumor de que lo ha engañado y piensa que así salva su honor, es una parodia de El médico de su honra, drama de honor de Calderón en el siglo XVII, que el escritor gallego aborda en el XX de manera risueña, como en un guiñol: “El distanciamiento que los titiriteros mantienen respecto de los personajes de las farsas de Pulcinella, Don Cristóbal y Mister Punch, le parece a Valle-Inclán una actitud moral muy provechosa”, añade nuestro crítico.
Toni Casares ha llevado a escena una reflexión de Pau Miró sobre la gentrificación de las ciudades, la expulsión física, pero también mental de una urbe, en este caso Barcelona —a la que el dramaturgo ya dedicó la obra que la que dio el bombazo en 2004, Plou a Barcelona—. Lo hace de forma metafórica, casi metafísica, a través de las peleas entre tres hermanos, acuciados cada uno con sus problemas, en una reunión familiar en una casa de veraneo familiar en la que se reúnen junto a la hija de uno de ellos. La disposición escénica (el público a dos bandas) y la escenografía, un paisaje volcánico, juegan un papel esencial en este montaje. “Nuestro presente es muy negro, como este paisaje árido y lunar”, concluye Oriol Puig Taulé en su reseña de la obra.En Madrid, tras unos meses de gira por España, hace parada ahora en el Teatro de la Abadía el montaje que han levantado la dramaturga María Folguera y la directora Rakel Camacho de El cuarto de atrás, un reto del que es difícil salir victorioso, pero en el que triunfa la actriz Emma Suárez, que se mete no solo en la piel sino también en la mente de Carmen Martín Gaite, la autora de esta novela ganadora del Premio Nacional de Narrativa en 1978. “El espectáculo que han levantado está imbuido del mismo espíritu anárquico y libre que impregna la novela, lo que constituye su mejor virtud a la vez que su mayor defecto”, explica nuestra experta Raquel Vidales.“Lo que Calderón cuenta con gravedad, para Valle-Inclán es motivo de sorna”, nos explica Javier Vallejo en su crítica de la obra de don Ramón María Los cuernos de don Friolera, que dirige Ainhoa Amestoy en los Teatros del Canal. Esta obra, en la que el protagonista decide matar a su mujer porque corre el rumor de que lo ha engañado y piensa que así salva su honor, es una parodia de El médico de su honra, drama de honor de Calderón en el siglo XVII, que el escritor gallego aborda en el XX de manera risueña, como en un guiñol: “El distanciamiento que los titiriteros mantienen respecto de los personajes de las farsas de Pulcinella, Don Cristóbal y Mister Punch, le parece a Valle-Inclán una actitud moral muy provechosa”, añade nuestro crítico. Seguir leyendo
Toni Casares ha llevado a escena una reflexión de Pau Miró sobre la gentrificación de las ciudades, la expulsión física, pero también mental de una urbe, en este caso Barcelona —a la que el dramaturgo ya dedicó la obra que la que dio el bombazo en 2004, Plou a Barcelona—. Lo hace de forma metafórica, casi metafísica, a través de las peleas entre tres hermanos, acuciados cada uno con sus problemas, en una reunión familiar en una casa de veraneo familiar en la que se reúnen junto a la hija de uno de ellos. La disposición escénica (el público a dos bandas) y la escenografía, un paisaje volcánico, juegan un papel esencial en este montaje. “Nuestro presente es muy negro, como este paisaje árido y lunar”, concluye Oriol Puig Taulé en su reseña de la obra.
En Madrid, tras unos meses de gira por España, hace parada ahora en el Teatro de la Abadía el montaje que han levantado la dramaturga María Folguera y la directora Rakel Camacho de El cuarto de atrás, un reto del que es difícil salir victorioso, pero en el que triunfa la actriz Emma Suárez, que se mete no solo en la piel sino también en la mente de Carmen Martín Gaite, la autora de esta novela ganadora del Premio Nacional de Narrativa en 1978. “El espectáculo que han levantado está imbuido del mismo espíritu anárquico y libre que impregna la novela, lo que constituye su mejor virtud a la vez que su mayor defecto”, explica nuestra experta Raquel Vidales.
“Lo que Calderón cuenta con gravedad, para Valle-Inclán es motivo de sorna”, nos explica Javier Vallejo en su crítica de la obra de don Ramón María Los cuernos de don Friolera, que dirige Ainhoa Amestoy en los Teatros del Canal. Esta obra, en la que el protagonista decide matar a su mujer porque corre el rumor de que lo ha engañado y piensa que así salva su honor, es una parodia de El médico de su honra, drama de honor de Calderón en el siglo XVII, que el escritor gallego aborda en el XX de manera risueña, como en un guiñol: “El distanciamiento que los titiriteros mantienen respecto de los personajes de las farsas de Pulcinella, Don Cristóbal y Mister Punch, le parece a Valle-Inclán una actitud moral muy provechosa”, añade nuestro crítico.
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