Bilbao tenía una alcaldesa. Era Pilar Careaga de Lequerica, ingeniera industrial, franquista hasta la médula. No era la única mujer al frente de un ayuntamiento. Otras 61 regían en municipios pequeños. También había ocho procuradoras en Cortes. Su sexo era lo de menos. Los bilbaínos estaban hasta la chapela de Careaga. Era marzo de 1975. Llevaba de regidora del consistorio desde 1969. La mala ordenación urbana había provocado seis atropellos mortales, el último en marzo, el de una niña. Más de 46.000 vecinos de la ciudad firmaron una petición al gobernador civil de la provincia para que cesara a Careaga por la degradación de Bilbao.
]]> Pilar Careaga de Lequerica gobernó la ciudad entre 1969 y 1975. Fue la primera ingeniera titulada de España, así como la mujer pionera en conducir un ferrocarril. Franquista y bilbaína, los tenía bien puestos
Bilbao tenía una alcaldesa. Era Pilar Careaga de Lequerica, ingeniera industrial, franquista hasta la médula. No era la única mujer al frente de un ayuntamiento. Otras 61 regían en municipios pequeños. También había ocho procuradoras en Cortes. Su sexo era lo de menos. Los bilbaínos estaban hasta la chapela de Careaga. Era marzo de 1975. Llevaba de regidora del consistorio desde 1969. La mala ordenación urbana había provocado seis atropellos mortales, el último en marzo, el de una niña. Más de 46.000 vecinos de la ciudad firmaron una petición al gobernador civil de la provincia para que cesara a Careaga por la degradación de Bilbao.
El PNV, el Partido Comunista de Euskadi y ETA V y VI Asambleas estaban caldeando el ambiente bilbaíno para la celebración del Aberri Eguna, un acto ilegal. Los bomberos del Parque de Bilbao hicieron esos días de marzo del 75 numerosas salidas para desmontar banderas vascas que llevaban colgados botes con la inscripción de «peligro». La policía comprobaba que no eran explosivos y se quitaban. Había miedo. ETA había matado el diciembre pasado a dos guardias civiles (estos asesinatos siguen sin resolver, por cierto). Las pintadas a favor de ETA y por la independencia manchaban algunas paredes de Bilbao. En Ondárroa, la Guardia Civil localizó doce cócteles molotov y una metralleta en un piso. Aparcado frente al portal había un coche con un magnetófono que estaba conectado a varios artefactos explosivos que debían estallar cuando la Policía desconectara la cinta de casete. En Lequeitio, ese mismo mes de marzo la Guardia Civil desmanteló un comando de ETA. Unos días después, ya en abril, el Gobierno decretó el estado de alarma.
Pero ese mes de marzo de 1975 los ojos se volvían hacia la alcaldesa de Bilbao, Pilar Careaga. La tensión en la Corporación municipal era máxima. «Dimita, Sra. alcaldesa», dijo Antonio Otero Ramos, de origen gallego, que le había echado un par de huevos a la sartén, y que dos años después se afilió a la UCD. «Tú cállate, que no eres de aquí», dijo otro con acento de la tierra y camisa azul. Era 14 de marzo de 1975. Otero continuó: «Haga usted lo que haga, en lo sucesivo nada parecerá bien a los bilbaínos». La alcaldesa contuvo la respiración. Siempre fue una mujer dura. Había nacido por accidente en Madrid, pero era bilbaína. Hija de diplomático se empeñó en ser la primera ingeniera industrial de España y lo consiguió en 1929. También en conducir un ferrocarril y lo hizo. En la Segunda República se afilió a Renovación Española, un partido monárquico, y se presentó a las elecciones en Vizcaya en 1933. No salió diputada, pero fue muy combativa. Acabó en una cárcel en cuanto estalló la Guerra Civil.
Sobrevivió de milagro y en septiembre de 1936 fue intercambiada por presos del otro bando. Fue al frente, volvió, y se casó con el hermano del alcalde de Bilbao, que en 1943 era José Félix de Lequerica, falangista y antinacionalista. Pasó el tiempo y en 1969 Pilar Careaga sustituyó en la alcaldía de Bilbao a Javier de Ybarra, a quien secuestró y asesinó ETA tiempo después, el 18 de junio de 1977.
Dimisión, viaje y atentado
La regidora de Bilbao tenía callo a esas alturas. Enjuta, de nariz aguileña, sobria en el vestir, y siempre con pendientes de perla, como Carmen Polo y la Pasionaria, veía en la trifulca política algo corriente. «Estoy a disposición de la superioridad que me ha nombrado. Y nada más. No me debo a los vecinos. Esto no es una democracia», soltó al concejal Otero y se quedó tan ancha como la Ría de Bilbao llegando al Cantábrico. Dio por concluida la sesión del Pleno y salió de la sala. Fuera la esperaban dos de las primeras mujeres policía de Bilbao, que ella misma había incorporado en 1974. Sabía que tenía los días contados en política. Los tiempos estaban cambiando y las personas que representaban el franquismo ortodoxo sobraban. Su época había pasado. Aguantó en el puesto mientras duró el estado de alarma de abril de 1975, y en julio de ese año presentó la dimisión, al cumplir los seis años de mandato prometidos. Cesó y se fue con su marido a recorrer Europa.
A su vuelta ingresó en Fuerza Nueva, el grupo de extrema derecha que lideraba Blas Piñar. El 25 de marzo de 1979 un etarra metió una pistola en la ventanilla del coche donde viajaban Pilar y su esposo y disparó. Una bala le atravesó la espalda y se incrustó en un pulmón. El asesino se fue sin prisa, paseando por Neguri. Ella salió del automóvil por su propio pie y sobrevivió. ETA justificó el atentado diciendo que estaba «relacionada con la biografía franquista del País Vasco, con la oligarquía financiera y terrateniente española». Cosas de este país.
Historia