‘Música para Hitler’: La naturalidad de Pau Casals y el artificio del Führer

Pau Casals rechazó la invitación de Wilhem Furtwängler para tocar con la Filarmónica de Berlín en 1933. El gran maestro, compositor y director catalán, faro de una nueva generación de violonchelistas, sabía que Hitler, nuevo Canciller imperial, estaba excluyendo a los no arios de la función pública, la judicatura, la docencia, los deportes y las artes alemanas, por lo que evitó cualquier colaboración con el régimen nazi. Casals declaró que mientras el III Reich siguiera en sus trece, él no volvería a tocar en los países del Eje, y cumplió su palabra.

En Música para Hitler, melodrama de Yolanda García Serrano y Juan Carlos Rubio, sus autores utilizan la figura de Casals para ejemplificar el dilema ético al que se enfrenta el ser humano cuando se le invita a ponerse al servicio de una causa perversa. El compromiso de Casals con el ideario democrático llegó hasta el punto de que pronto también dejó de tocar en los países que formaban el bando aliado, a la vista de los acuerdos de cooperación establecidos por Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña con el régimen de Franco para asegurarse de que España estaría de su lado durante la Guerra Fría. La decisión del violonchelista tarraconense fue firme hasta el punto de que rechazó un cheque en blanco enviado para comprar su actuación en los Estados Unidos.

En la ficción teatral, que acontece en 1943, durante el exilio de Casals en la Francia ocupada, es el propio Hitler quien le invita a tocar para él, por intermedio de un teniente de la Wehrmacht, también violonchelista. La música jugaba un papel central en la cosmovisión nazi. La comedia comienza con un extenso diálogo cuyo fin es poner en antecedentes al público. Después, sus autores exponen el dilema moral. Y luego, plantean una subtrama para avivar la tenue tensión dramática. Mucho tarda en llegar la vehemente lección de música que el protagonista le da al uniformado durante un cara a cara emocionante, ejemplo del provechoso camino dialéctico que la obra podría haber seguido desde su inicio, sin más dilación.

Kiti Mánver, en el papel de su pareja, pero también Marta Velilla, tienen esa naturalidad que tanto apreciaba Casals, interpretado con oficio por Carlos Hipólito. Cristóbal Suárez lidia como mejor sabe con un cliché.

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 Pau Casals rechazó la invitación de Wilhem Furtwängler para tocar con la Filarmónica de Berlín en 1933. El gran maestro, compositor y director catalán, faro de una nueva generación de violonchelistas, sabía que Hitler, nuevo Canciller imperial, estaba excluyendo a los no arios de la función pública, la judicatura, la docencia, los deportes y las artes alemanas, por lo que evitó cualquier colaboración con el régimen nazi. Casals declaró que mientras el III Reich siguiera en sus trece, él no volvería a tocar en los países del Eje, y cumplió su palabra.En Música para Hitler, melodrama de Yolanda García Serrano y Juan Carlos Rubio, sus autores utilizan la figura de Casals para ejemplificar el dilema ético al que se enfrenta el ser humano cuando se le invita a ponerse al servicio de una causa perversa. El compromiso de Casals con el ideario democrático llegó hasta el punto de que pronto también dejó de tocar en los países que formaban el bando aliado, a la vista de los acuerdos de cooperación establecidos por Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña con el régimen de Franco para asegurarse de que España estaría de su lado durante la Guerra Fría. La decisión del violonchelista tarraconense fue firme hasta el punto de que rechazó un cheque en blanco enviado para comprar su actuación en los Estados Unidos.En la ficción teatral, que acontece en 1943, durante el exilio de Casals en la Francia ocupada, es el propio Hitler quien le invita a tocar para él, por intermedio de un teniente de la Wehrmacht, también violonchelista. La música jugaba un papel central en la cosmovisión nazi. La comedia comienza con un extenso diálogo cuyo fin es poner en antecedentes al público. Después, sus autores exponen el dilema moral. Y luego, plantean una subtrama para avivar la tenue tensión dramática. Mucho tarda en llegar la vehemente lección de música que el protagonista le da al uniformado durante un cara a cara emocionante, ejemplo del provechoso camino dialéctico que la obra podría haber seguido desde su inicio, sin más dilación.Kiti Mánver, en el papel de su pareja, pero también Marta Velilla, tienen esa naturalidad que tanto apreciaba Casals, interpretado con oficio por Carlos Hipólito. Cristóbal Suárez lidia como mejor sabe con un cliché. Seguir leyendo  

Pau Casals rechazó la invitación de Wilhem Furtwängler para tocar con la Filarmónica de Berlín en 1933. El gran maestro, compositor y director catalán, faro de una nueva generación de violonchelistas, sabía que Hitler, nuevo Canciller imperial, estaba excluyendo a los no arios de la función pública, la judicatura, la docencia, los deportes y las artes alemanas, por lo que evitó cualquier colaboración con el régimen nazi. Casals declaró que mientras el III Reich siguiera en sus trece, él no volvería a tocar en los países del Eje, y cumplió su palabra.

En Música para Hitler, melodrama de Yolanda García Serrano y Juan Carlos Rubio, sus autores utilizan la figura de Casals para ejemplificar el dilema ético al que se enfrenta el ser humano cuando se le invita a ponerse al servicio de una causa perversa. El compromiso de Casals con el ideario democrático llegó hasta el punto de que pronto también dejó de tocar en los países que formaban el bando aliado, a la vista de los acuerdos de cooperación establecidos por Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña con el régimen de Franco para asegurarse de que España estaría de su lado durante la Guerra Fría. La decisión del violonchelista tarraconense fue firme hasta el punto de que rechazó un cheque en blanco enviado para comprar su actuación en los Estados Unidos.

En la ficción teatral, que acontece en 1943, durante el exilio de Casals en la Francia ocupada, es el propio Hitler quien le invita a tocar para él, por intermedio de un teniente de la Wehrmacht, también violonchelista. La música jugaba un papel central en la cosmovisión nazi. La comedia comienza con un extenso diálogo cuyo fin es poner en antecedentes al público. Después, sus autores exponen el dilema moral. Y luego, plantean una subtrama para avivar la tenue tensión dramática. Mucho tarda en llegar la vehemente lección de música que el protagonista le da al uniformado durante un cara a cara emocionante, ejemplo del provechoso camino dialéctico que la obra podría haber seguido desde su inicio, sin más dilación.

Kiti Mánver, en el papel de su pareja, pero también Marta Velilla, tienen esa naturalidad que tanto apreciaba Casals, interpretado con oficio por Carlos Hipólito. Cristóbal Suárez lidia como mejor sabe con un cliché.

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