Al mediodía del miércoles 2 de abril, una decena de escritores atravesaba en autobús las montañas que dividen en dos la isla de La Palma cuando se enteraron de que la AEMET decretaba alerta roja y la primera jornada del Festival de Literatura infantil y juvenil de Los Llanos de Aridane se cancelaba. En ese mismo instante, Javier Fernández, responsable de la radio Menudo Castillo, y los autores José Carlos Andrés (Un vampiro peligrozo) y Margarita del Mazo (Camuñas) se pusieron a maquinar. A la altura del volcán de la isla, frente a la impresionante masa de lava negra que aún se resiste a las pocas máquinas que trabajan en las zonas que quedaron sepultadas entre septiembre y diciembre de 2021, los autores llegaron a la solución. El jueves 3 de abril amaneció lloviendo en ese lado de la isla, pero cuando pasó la primera parte del temporal, en la librería Estudiante, de Manuel López (uno de los organizadores del festival), Fernández ya había montado su radio; en círculo, algunos de los 25 escritores que participan en esta cuarta edición desarrollaban un taller de desbloqueo creativo; y unos pocos niños aprovechaban el día sin clases por el temporal para escuchar los cuentacuentos de Del Mazo y Gracia Iglesias (Por una mosca de nada).
Otra prueba de la resiliencia de este festival, cuya primera edición quedó marcada por la erupción del volcán. En 2021, Elena Martínez Blanco, escritora y librera (Serendipias) en Tres Cantos (Madrid), llegó a un acuerdo con el Cabildo de Los Llanos para adaptar en la isla el Festival Internacional de literatura infantil y juvenil que organiza en la ciudad madrileña. La idea era la misma: organizar charlas en colegios e institutos y dedicar las tardes a actividades en espacios públicos como la Biblioteca Municipal, el teatro de la Casa de la Cultura y el Centro Cultural Real 21. Todo estaba preparado y previsto, menos la furia de la naturaleza.
“Recuerdo ver en directo cómo a las cuatro horas de la erupción, el colegio Los campitos quedaba sepultado”, cuenta la directora del evento. “Esas niñas y niños no se podían quedar sin libros”, recuerda que pensó. Inmediatamente, habló con sus autores y les pidió que le mandaran firmados todos los libros que tuvieran en casa, esos que les dan las editoriales cuando publican una obra. “Me junté con cinco maletas enormes”, continúa. La logística se complicó por el sobrepeso y el consiguiente coste que no podía asumir. “Penguin Random House se enteró de que iba a viajar y me dijeron que querían mandar miles de ejemplares a la isla; si les daba una garantía de que llegaban a destino, me ayudaban con el vuelo”, relata. El gremio de libreros de Madrid y la editorial le financiaron el viaje y los kilos extra del equipaje. Pero en el momento en que iba a coger el vuelo, la nube de cenizas se trasladó hacia el aeropuerto de La Palma. “La solución fue que viajara a Tenerife norte, allí la recogería en mi coche y la llevaría hasta el sur de la isla para coger el barco hasta La Palma”, continúa el relato Manuel López.
El final, como en casi todos los cuentos que se narran estos días en la isla, fue feliz. Las cinco maletas llegaron. Los libros de Penguin Random House, también. Aquel día se fueron a dormir a las cuatro de la mañana después de organizar lotes para todos los colegios del occidente de la isla afectados por la erupción. “Cuando repartieron las cajas de libros al alumnado fue muy emocionante, pero jamás se me olvidará que también se acordaron de nosotros, los maestros y nos trajeran ejemplares”, cuenta Mónica Viña Salguer, directora del colegio de infantil y primaria La Laguna, uno de los centros afectados por la lava.
Los alumnos de Viña llevan cuatro años “de manera provisional”, palabra de las autoridades, en un centro cultural de Los Llanos de Aridane que ahora se parece a un colegio gracias al trabajo del equipo docente. Calculan que les quedan otros dos para volver a su cole en el que en octubre de 2021 se paró una de las lenguas de lava con la mala fortuna de que solo quedó en pie uno de los edificios. Al llegar allí por las carreteras habilitadas, una de las pocas señales del paso del tiempo y del avance de las reparaciones, lo que queda es lo que unas horas antes había descrito Viña: “el cole azul”, como se conocía en la isla, destruido a la espera de su reconstrucción.
Hasta que llegue ese día, la clase de primero de primaria recibe a Javier Fonseca (Zampapalabras) en uno de los barracones ahora convertido en aula. “Os tenéis que imaginar que tenéis un tercer ojo. Cerrad los otros dos y me decís que veis con este”, les dice como parte de su taller de poesía. “Con este ojo podéis ver cosas que con los otros dos no”. A partir de ahí empieza a funcionar la imaginación de unos pequeños de entre 6 y 7 años a los que les empieza a brotar la poesía. Terminada la actividad, en el salón de actos esperan al escritor tres alumnos de sexto de primaria y un robot hecho con Lego. Dos chicas y un chico de entre 11 y 12 años lo han programado para que al pasar por delante de un sensor las portadas de distintos libros identifique cuáles son de Fonseca.
En otro lado del pueblo, en el colegio Nazaret, otro grupo de autores se reparte por las aulas de primaria y secundaria. La expectación es total en los cursos inferiores. Les faltan brazos y manos para tratar de conseguir respuestas sobre los personajes de Alba Quintas, la autora más joven de esta edición, que con 17 años publicó Al otro lado de la pantalla. Algo similar le pasa a Chiki Fabregat (colección Zoila) cuando plantea: “Me tenéis que decir un deseo que no se pueda conseguir”. “Ser una sirena”. “Jugar en la NBA”. “Tener todos los superpoderes”. “No ir al cole”. Con esta respuesta se desata la locura, hasta que un niño grita: “Si no hay cole, no podéis ni leer los videojuegos. No habría videojuegos porque hay que ir al cole para poder crearlos”. Tras un segundo de reflexión, se impone la idea de que sin cole podrían jugar más. Suficiente consuelo a un imaginario mundo sin consolas.
Ya en secundaria, el entusiasmo cambia. Cuesta más ver brazos en alto tratando de colar una pregunta. Estos chavales de entre 15 y 16 años imponen con sus miradas y silencios. Daniel Blanco, autor de El secreto del amor, consigue atraer su atención cuando explica las dificultades de ser escritor y lo que cobra por cada ejemplar (algo más de un euro). Pero cuando de verdad logra que esos dos o tres alumnos lectores venzan la presión social y se atrevan a preguntar, es cuando cuenta la etapa que dedicó a escribir libros para otros. “Eso se llama escritor fantasma, ¿no?”, pregunta Paola, una de esas chicas que trata de disimular su entusiasmo por la lectura, pero no es capaz de conseguirlo.
Durante el viernes, los escritores recorrieron 14 coles e institutos de Los Llanos y El Paso. El resto de las actividades se desarrollan hasta el domingo 6 de abril en las instituciones públicas. Y luego hay un programa no oficial que ocurre en alguna esquina de estos pueblos. Ese momento, por ejemplo, en que dos niñas de 7 y 8 años, Giuliana y Maya, se encuentran con Margarita del Mazo y por la cara que ponen parece que han visto a Vaiana, el personaje de Disney que una de ellas lleva en su camiseta, o a cualquier otra estrella del pop.
El Festival de Literatura Infantil y Juvenil de Los Llanos de Aridane reúne a 25 escritores en la isla para fomentar la lectura en 14 colegios
Al mediodía del miércoles 2 de abril, una decena de escritores atravesaba en autobús las montañas que dividen en dos la isla de La Palma cuando se enteraron de que la AEMET decretaba alerta roja y la primera jornada del Festival de Literatura infantil y juvenil de Los Llanos de Aridane se cancelaba. En ese mismo instante, Javier Fernández, responsable de la radio Menudo Castillo, y los autores José Carlos Andrés (Un vampiro peligrozo) y Margarita del Mazo (Camuñas) se pusieron a maquinar. A la altura del volcán de la isla, frente a la impresionante masa de lava negra que aún se resiste a las pocas máquinas que trabajan en las zonas que quedaron sepultadas entre septiembre y diciembre de 2021, los autores llegaron a la solución. El jueves 3 de abril amaneció lloviendo en ese lado de la isla, pero cuando pasó la primera parte del temporal, en la librería Estudiante, de Manuel López (uno de los organizadores del festival), Fernández ya había montado su radio; en círculo, algunos de los 25 escritores que participan en esta cuarta edición desarrollaban un taller de desbloqueo creativo; y unos pocos niños aprovechaban el día sin clases por el temporal para escuchar los cuentacuentos de Del Mazo y Gracia Iglesias (Por una mosca de nada).
Otra prueba de la resiliencia de este festival, cuya primera edición quedó marcada por la erupción del volcán. En 2021, Elena Martínez Blanco, escritora y librera (Serendipias) en Tres Cantos (Madrid), llegó a un acuerdo con el Cabildo de Los Llanos para adaptar en la isla el Festival Internacional de literatura infantil y juvenil que organiza en la ciudad madrileña. La idea era la misma: organizar charlas en colegios e institutos y dedicar las tardes a actividades en espacios públicos como la Biblioteca Municipal, el teatro de la Casa de la Cultura y el Centro Cultural Real 21. Todo estaba preparado y previsto, menos la furia de la naturaleza.
“Recuerdo ver en directo cómo a las cuatro horas de la erupción, el colegio Los campitos quedaba sepultado”, cuenta la directora del evento. “Esas niñas y niños no se podían quedar sin libros”, recuerda que pensó. Inmediatamente, habló con sus autores y les pidió que le mandaran firmados todos los libros que tuvieran en casa, esos que les dan las editoriales cuando publican una obra. “Me junté con cinco maletas enormes”, continúa. La logística se complicó por el sobrepeso y el consiguiente coste que no podía asumir. “Penguin Random House se enteró de que iba a viajar y me dijeron que querían mandar miles de ejemplares a la isla; si les daba una garantía de que llegaban a destino, me ayudaban con el vuelo”, relata. El gremio de libreros de Madrid y la editorial le financiaron el viaje y los kilos extra del equipaje. Pero en el momento en que iba a coger el vuelo, la nube de cenizas se trasladó hacia el aeropuerto de La Palma. “La solución fue que viajara a Tenerife norte, allí la recogería en mi coche y la llevaría hasta el sur de la isla para coger el barco hasta La Palma”, continúa el relato Manuel López.
El final, como en casi todos los cuentos que se narran estos días en la isla, fue feliz. Las cinco maletas llegaron. Los libros de Penguin Random House, también. Aquel día se fueron a dormir a las cuatro de la mañana después de organizar lotes para todos los colegios del occidente de la isla afectados por la erupción. “Cuando repartieron las cajas de libros al alumnado fue muy emocionante, pero jamás se me olvidará que también se acordaron de nosotros, los maestros y nos trajeran ejemplares”, cuenta Mónica Viña Salguer, directora del colegio de infantil y primaria La Laguna, uno de los centros afectados por la lava.
Los alumnos de Viña llevan cuatro años “de manera provisional”, palabra de las autoridades, en un centro cultural de Los Llanos de Aridane que ahora se parece a un colegio gracias al trabajo del equipo docente. Calculan que les quedan otros dos para volver a su cole en el que en octubre de 2021 se paró una de las lenguas de lava con la mala fortuna de que solo quedó en pie uno de los edificios. Al llegar allí por las carreteras habilitadas, una de las pocas señales del paso del tiempo y del avance de las reparaciones, lo que queda es lo que unas horas antes había descrito Viña: “el cole azul”, como se conocía en la isla, destruido a la espera de su reconstrucción.
Hasta que llegue ese día, la clase de primero de primaria recibe a Javier Fonseca (Zampapalabras) en uno de los barracones ahora convertido en aula. “Os tenéis que imaginar que tenéis un tercer ojo. Cerrad los otros dos y me decís que veis con este”, les dice como parte de su taller de poesía. “Con este ojo podéis ver cosas que con los otros dos no”. A partir de ahí empieza a funcionar la imaginación de unos pequeños de entre 6 y 7 años a los que les empieza a brotar la poesía. Terminada la actividad, en el salón de actos esperan al escritor tres alumnos de sexto de primaria y un robot hecho con Lego. Dos chicas y un chico de entre 11 y 12 años lo han programado para que al pasar por delante de un sensor las portadas de distintos libros identifique cuáles son de Fonseca.
En otro lado del pueblo, en el colegio Nazaret, otro grupo de autores se reparte por las aulas de primaria y secundaria. La expectación es total en los cursos inferiores. Les faltan brazos y manos para tratar de conseguir respuestas sobre los personajes de Alba Quintas, la autora más joven de esta edición, que con 17 años publicó Al otro lado de la pantalla. Algo similar le pasa a Chiki Fabregat (colección Zoila) cuando plantea: “Me tenéis que decir un deseo que no se pueda conseguir”. “Ser una sirena”. “Jugar en la NBA”. “Tener todos los superpoderes”. “No ir al cole”. Con esta respuesta se desata la locura, hasta que un niño grita: “Si no hay cole, no podéis ni leer los videojuegos. No habría videojuegos porque hay que ir al cole para poder crearlos”. Tras un segundo de reflexión, se impone la idea de que sin cole podrían jugar más. Suficiente consuelo a un imaginario mundo sin consolas.
Ya en secundaria, el entusiasmo cambia. Cuesta más ver brazos en alto tratando de colar una pregunta. Estos chavales de entre 15 y 16 años imponen con sus miradas y silencios. Daniel Blanco, autor de El secreto del amor, consigue atraer su atención cuando explica las dificultades de ser escritor y lo que cobra por cada ejemplar (algo más de un euro). Pero cuando de verdad logra que esos dos o tres alumnos lectores venzan la presión social y se atrevan a preguntar, es cuando cuenta la etapa que dedicó a escribir libros para otros. “Eso se llama escritor fantasma, ¿no?”, pregunta Paola, una de esas chicas que trata de disimular su entusiasmo por la lectura, pero no es capaz de conseguirlo.
Durante el viernes, los escritores recorrieron 14 coles e institutos de Los Llanos y El Paso. El resto de las actividades se desarrollan hasta el domingo 6 de abril en las instituciones públicas. Y luego hay un programa no oficial que ocurre en alguna esquina de estos pueblos. Ese momento, por ejemplo, en que dos niñas de 7 y 8 años, Giuliana y Maya, se encuentran con Margarita del Mazo y por la cara que ponen parece que han visto a Vaiana, el personaje de Disney que una de ellas lleva en su camiseta, o a cualquier otra estrella del pop.
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