Cómo una obra teatral de 2.500 años nos ayuda a entender los juicios de hoy

<p><strong>Ernesto Caballero y Katia Garantivá</strong> abordan en el <strong>Teatro de la Abadía</strong> una versión de la ‘Orestíada’ de <strong>Esquilo </strong>que resuena con fuerza en las espirales de violencia y alienación de nuestros días. Su propuesta escénica, que se presenta el próximo jueves con un reparto compuesto por Olivia Baglivi, Alberto Fonseca, Gabriel Garbisu, Nicolás Illoro y Marta Poveda, mantiene intacta la trama original, pero enmarcada en una estética y referencias que evocan los conflictos bélicos contemporáneos. En su adaptación, basada en la tercera pieza de la trilogía (‘Las Euménides’, aunque con menciones a las dos anteriores), los horrores actuales emergen como un eco de la tragedia griega, mostrando que la violencia y la venganza siguen siendo motores de nuestra historia.</p>

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 Ernesto Caballero dirige en el Teatro de la Abadía una ‘Orestíada’ de Esquilo en versión de Karina Garantivá que aborda, entre otros asuntos, los linchamientos en redes  

Ernesto Caballero y Katia Garantivá abordan en el Teatro de la Abadía una versión de la ‘Orestíada’ de Esquilo que resuena con fuerza en las espirales de violencia y alienación de nuestros días. Su propuesta escénica, que se presenta el próximo jueves con un reparto compuesto por Olivia Baglivi, Alberto Fonseca, Gabriel Garbisu, Nicolás Illoro y Marta Poveda, mantiene intacta la trama original, pero enmarcada en una estética y referencias que evocan los conflictos bélicos contemporáneos. En su adaptación, basada en la tercera pieza de la trilogía (‘Las Euménides’, aunque con menciones a las dos anteriores), los horrores actuales emergen como un eco de la tragedia griega, mostrando que la violencia y la venganza siguen siendo motores de nuestra historia.

Pero si hay un tema que atraviesa la obra es la justicia. Caballero subraya la importancia de la ‘Orestíada’ como un punto de inflexión en la historia del pensamiento occidental: «Esquilo plantea la necesidad de una justicia procedimental que frene la ley del talión, la venganza inmediata. Hoy en día, esto resuena con fuerza en una sociedad donde la justicia mediático-popular a veces parece querer saltarse los propios mecanismos jurídicos».

En su versión, se introduce un juicio moderno: una periodista entrevista a un juez. Juntos abordan cuestiones como la manipulación de la justicia en los medios y el papel del Estado de Derecho en un mundo donde los linchamientos digitales han ocupado la nueva plaza pública.

La complejidad moral es un sello del teatro griego y también de esta adaptación. Para Garantivá, la clave de su vigencia es la ambivalencia de los personajes: «Clitemnestra y Orestes son figuras cargadas de contradicciones, y eso permite que el espectador se identifique con ellos».

La versión de Caballero y Garantivá acentúa esta tensión con una puesta en escena que enfatiza la sensación de destino ineludible: «Los personajes parecen perseguidos por su propio futuro, como si lo que va a ocurrir ya hubiera ocurrido», apunta Garantivá.

Tanto el teatro como la justicia comparten raíces comunes, pues ambos nacen en la Atenas democrática como espacios de reflexión colectiva. Caballero lo explica: «El teatro es un acto cívico, un juicio poético. Frente a la atomización de la sociedad actual, donde la falta de proyectos colectivos se hace evidente, el teatro es un espacio de reencuentro ciudadano para pensar los interrogantes que afectan a la polis». En este sentido, reivindican el escenario como una herramienta política en su sentido más etimológico, un lugar donde la comunidad puede confrontar sus dilemas más profundos.

La preocupación por la justicia no es nueva en Caballero, quien recuerda proyectos como ‘La fiesta de los jueces’ o la reciente adaptación de ‘El proceso’, de Kafka: «Es un tema que me persigue, porque la justicia es móvil, responde a sensibilidades de cada época, pero también tiene un componente humano de reparación y equidad». Desde la dramaturgia, Garantivá ha querido cuestionar «el juicio mismo», donde «Clitemnestra queda desdibujada por una lógica patriarcal que aún resuena». La obra pone en cuestión este silenciamiento y plantea un ‘juicio al juicio’, una relectura que desafía la mirada tradicional de la tragedia.

La conversación deriva inevitablemente hacia la relación del teatro con la violencia. Caballero menciona la tradición griega de asociar el teatro con lo terapéutico, con la catarsis aristotélica: «El teatro nos permite purgar nuestras pasiones, salir más reconfortados, más liberados. En ese sentido, sí puede mitigar impulsos violentos». Garantivá, por su parte, ve en las artes en general la capacidad de imaginar otras formas de convivencia: «Cuando escuchamos una canción, leemos un poema o vemos una obra de teatro, se abre la posibilidad de otros mundos. Y eso, de alguna manera, sí hace del mundo un lugar mejor».

En tiempos donde la democracia parece degradarse y la justicia es cuestionada, la ‘Orestíada’ emerge en el escenario con una potencia renovada. «Los problemas complejos requieren soluciones complejas», concluye Garantivá. «El teatro nos invita a detenernos, a reflexionar, a resistir los atajos populistas. Y en esa resistencia, tal vez radique su mayor valor político».

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