La colorida abstracción de Helen Frankenthaler regresa a Bilbao junto a Motherwell, Pollock y Rothko

En 1998 Helen Frankenthaler (Nueva York, 1928-Conecticut, 2011) participó en el montaje de una gran muestra de su trabajo en el Museo Guggenheim de Bilbao, que había sido inaugurado apenas unos meses antes. Casi tres décadas después de aquello y con una nueva directora general al frente de este centro, Miren Arzalluz, los coloridos e inmensos lienzos de Helen Frankenthaler vuelven a Bilbao. La exposición Helen Frankenthaler: pintura sin reglas fue presentada este jueves y permanecerá abierta hasta el 28 de septiembre.

Organizada por la Fondazione Palazzo Strozzi de Florencia y la fundación de la artista neoyorquina en colaboración con el Guggenheim, la muestra se abre con Open Wall (Pared abierta), un cuadro abstracto de 1953 y se cierra con Driving East (Conduciendo al Este), de 2002. Entre medias, 28 grandes lienzos —dos de ellos incorporados a la colección del museo bilbaíno—, reconstruyen la historia de esta desafiante pionera del expresionismo abstracto y su relación con ese círculo de artistas de posguerra.

Helen Frankenthaler, en su estudio de la Tercera Avenida con su cuadro 'Alassio' en Nueva York en 1960.

La amistad y la influencia que aquel grupo tuvo en ella queda recogida en la exposición con una escueta selección de obras (de Pollock, Rothko, su esposo Robert Motherwell, o de David Smith), intercaladas en las distintas décadas de la producción artística de Frankenthaler. Porque si en Jackson Pollock ella descubrió un lenguaje abstracto que decidió hacer suyo y una forma de enfrentarse al lienzo que, desmontado del caballete, implicaba el pleno uso del cuerpo del artista; en Mark Rothko halló, unas décadas después, otro importante modelo de imagen abstracta; y con Smith compartió una visión libre de la creación artística.

La exposición reivindica los cambios de estilo y método de Frankenthaler, su evolución hacia la llamada “pintura de los campos de color” y la técnica de soak-stain (empapar y manchar). La pintura que no se fija y discurre sobre lienzos sin tratar, el paso del óleo a la pintura acrílica, hacen que los trazos de Frankenthaler se expandan como acuarela y en algunos detalles parece que replican el efecto de un aerosol. El color manda y ordena las formas en unas imágenes que no renuncian a la profundidad de campo. Y aún se aventuró la artista también a probar con la escultura en el estudio de su amigo Anthony Caro y a pintar sus últimas e inmensas obras sobre papel. El comisario Douglas Dreishpoon subrayó “la fuerza enorme que contiene esa capacidad de experimentación” y a la que alude el título de la exposición, esa Pintura sin reglas.

“Se gradúa en Bennington College a finales de los cuarenta y regresa a su ciudad, Nueva York. Es precoz y joven, tiene una curiosidad insaciable, es muy segura y muy ambiciosa. Quería estar en el ambiente que la permitiera moverse con otros artistas”, apuntó Dreishpoon, sobre la artista, hija de un juez del Tribunal Supremo. A su regreso a Manhattan fue cuando se encontró con el trabajo de Jackson Pollock: era una veinteañera y formaba una pareja con el crítico Clemence Greenberg, figura clave en el reconocimiento de esos artistas que apostaban por la abstracción y cambiaron radicalmente las reglas del juego. Aquella relación fue decisiva en su formación como artista, como también lo fue años después y con su carrera ya consolidada su matrimonio con Robert Motherwell. Les llamaban “la pareja dorada”. Una foto ampliada del salón de la casa de la pareja en el Upper East Side cubre una de las paredes de la sala de exposición y en ella se ven las obras de Frankenthaler y de Motherwell, junto al Rothko que estaba colgado sobre la chimenea, y las esculturas de Rodin y Degas en la mesa de centro.

'Southern Exposure' (2002), obra de Helen Frankenthaler incluida en la exposición del Museo Guggenheim de Bilbao.

El divorcio en los setenta abrió una nueva etapa, y tras su segundo matrimonio en los noventa, con un banquero de inversión, volvió a tomar un nuevo giro, con una postura política más conservadora. “Dentro de su estudio siempre fue la misma bohemia”, dijo el comisario, y añadió que la pintura abstracta tiende a evitar la política y Frankenthaler quería ser “reconocida como artista, no como mujer pintora”.

Los hombres que rodeaban a Frankenthaler “tenían mucha testosterona” y todos intentaban hacer arte experimental y radical, señaló Dreishpoon. ¿Y las mujeres? Aunque sus compañeras de generación no están representadas en la muestra, sí fueron evocadas en el Guggenheim la víspera de la presentación de la exposición en la charla que ofreció Mary Gabriel, autora de Ninth Street Women. Ese libro recuerda a cinco de las 11 mujeres que fueron incluidas en la legendaria muestra comisariada en 1951 por Leo Castelli en la calle 9 de Manhattan: Lee Krasner, Elaine de Kooning, Grace Hartigan, Joan Mitchell, y la propia Helen Frankenthaler.

El catálogo de la exposición incide en las conexiones personales y artísticas de Frankenthaler y presenta una explicación más amplia del círculo de amistades que la rodeó con fotos. También incluye el intercambio epistolar de la pintora con dos escultores amigos, Anthony Caro y Anne Truit. A esta última le escribe en 1990: “Me apesadumbra notablemente el Panorama en General, el Mundo del Arte, el Universo Neoyorquino, los negocios del National Endowment for the Arts, una nueva ola de antisemitismo en Rusia, Alemania, Francia, Harlem; todo sumado al intento de destruir a la élite aristocrática, el mercado en general… Me parece casi paralizante: me ciño al intento de crear arte”.

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 La muestra ‘Pintura sin reglas’ reúne 30 obras de la artista estadounidense en El museo Guggenheim presenta  

En 1998 Helen Frankenthaler (Nueva York, 1928-2011) participó en el montaje de una gran muestra de su trabajo en el Museo Guggenheim de Bilbao, que había sido inaugurado apenas unos meses antes. Casi tres décadas después de aquello y con una nueva directora general al frente de este centro, Miren Arzalluz, los coloridos e inmensos lienzos de Helen Frankenthaler vuelven a Bilbao. La exposición Helen Frankenthaler: pintura sin reglas fue presentada este jueves y permanecerá abierta hasta el 28 de septiembre.

Organizada por la Fondazione Palazzo Strozzi de Florencia y la fundación de la artista neoyorquina en colaboración con el Guggenheim, la muestra se abre con Open Wall (Pared abierta), un cuadro abstracto de 1953 y se cierra con Driving East (Conduciendo al Este), de 2002. Entre medias, 28 grandes lienzos —dos de ellos incorporados a la colección del museo bilbaíno—, reconstruyen la historia de esta desafiante pionera del expresionismo abstracto y su relación con ese círculo de artistas de posguerra.

Helen Frankenthaler, en su estudio de la Tercera Avenida con su cuadro 'Alassio' en Nueva York en 1960.

La amistad y la influencia que aquel grupo tuvo en ella queda recogida en la exposición con una escueta selección de obras (de Pollock, Rothko, su esposo Robert Motherwell, o de David Smith), intercaladas en las distintas décadas de la producción artística de Frankenthaler. Porque si en Jackson Pollock ella descubrió un lenguaje abstracto que decidió hacer suyo y una forma de enfrentarse al lienzo que, desmontado del caballete, implicaba el pleno uso del cuerpo del artista; en Mark Rothko halló, unas décadas después, otro importante modelo de imagen abstracta; y con Smith compartió una visión libre de la creación artística.

La exposición reivindica los cambios de estilo y método de Frankenthaler, su evolución hacia la llamada “pintura de los campos de color” y la técnica de soak-stain (empapar y manchar). La pintura que no se fija y discurre sobre lienzos sin tratar, el paso del óleo a la pintura acrílica, hacen que los trazos de Frankenthaler se expandan como acuarela y en algunos detalles parece que replican el efecto de un aerosol. El color manda y ordena las formas en unas imágenes que no renuncian a la profundidad de campo. Y aún se aventuró la artista también a probar con la escultura en el estudio de su amigo Anthony Caro y a pintar sus últimas e inmensas obras sobre papel. El comisario Douglas Dreishpoon subrayó “la fuerza enorme que contiene esa capacidad de experimentación” y a la que alude el título de la exposición, esa Pintura sin reglas.

“Se gradúa en Bennington College a finales de los cuarenta y regresa a su ciudad, Nueva York. Es precoz y joven, tiene una curiosidad insaciable, es muy segura y muy ambiciosa. Quería estar en el ambiente que la permitiera moverse con otros artistas”, apuntó Dreishpoon, sobre la artista, hija de un juez del Tribunal Supremo. A su regreso a Manhattan fue cuando se encontró con el trabajo de Jackson Pollock: era una veinteañera y formaba una pareja con el crítico Clemence Greenberg, figura clave en el reconocimiento de esos artistas que apostaban por la abstracción y cambiaron radicalmente las reglas del juego. Aquella relación fue decisiva en su formación como artista, como también lo fue años después y con su carrera ya consolidada su matrimonio con Robert Motherwell. Les llamaban “la pareja dorada”. Una foto ampliada del salón de la casa de la pareja en el Upper East Side cubre una de las paredes de la sala de exposición y en ella se ven las obras de Frankenthaler y de Motherwell, junto al Rothko que estaba colgado sobre la chimenea, y las esculturas de Rodin y Degas en la mesa de centro.

'Southern Exposure' (2002), obra de Helen Frankenthaler incluida en la exposición del Museo Guggenheim de Bilbao.

El divorcio en los setenta abrió una nueva etapa, y tras su segundo matrimonio en los noventa, con un banquero de inversión, volvió a tomar un nuevo giro, con una postura política más conservadora. “Dentro de su estudio siempre fue la misma bohemia”, dijo el comisario, y añadió que la pintura abstracta tiende a evitar la política y Frankenthaler quería ser “reconocida como artista, no como mujer pintora”.

Los hombres que rodeaban a Frankenthaler “tenían mucha testosterona” y todos intentaban hacer arte experimental y radical, señaló Dreishpoon. ¿Y las mujeres? Aunque sus compañeras de generación no están representadas en la muestra, sí fueron evocadas en el Guggenheim la víspera de la presentación de la exposición en la charla que ofreció Mary Gabriel, autora de Ninth Street Women. Ese libro recuerda a cinco de las 11 mujeres que fueron incluidas en la legendaria muestra comisariada en 1951 por Leo Castelli en la calle 9 de Manhattan: Lee Krasner, Elaine de Kooning, Grace Hartigan, Joan Mitchell, y la propia Helen Frankenthaler.

El catálogo de la exposición incide también en las conexiones personales y artísticas de Frankenthaler y presenta una explicación más amplia del círculo de amistades que la rodeó con fotos. También incluye el intercambio epistolar de la pintora con dos escultores amigos, Anthony Caro y Anne Truit. A esta última le escribe en 1990: “Me apesadumbra notablemente el Panorama en General, el Mundo del Arte, el Universo Neoyorquino, los negocios del National Endowment for the Arts, una nueva ola de antisemitismo en Rusia, Alemania, Francia, Harlem; todo sumado al intento de destruir a la élite aristocrática, el mercado en general… Me parece casi paralizante: me ciño al intento de crear arte”.

 EL PAÍS 

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