Un ballet para Ábalos

Qué maravilloso empeño sería escribir un ballet. Es la forma de expresión que contiene una totalidad pocas veces alcanzable. Años atrás colaboré con una compañía de danza contemporánea. Necesitaban un andamiaje de textos para un espectáculo que preparaban para un teatro nacional. Fue al convivir con ellos y acudir a los ensayos cuando me di cuenta de la dureza extrema de su profesión. Todas las quejas de peliculeros, teatreros, artistas plásticos o escritores me parecían nimiedades al lado de la tremenda entrega y sacrificio que se exige a los bailarines. Cualquier otra disciplina artística es como masticar chicle al lado de lo que ellos hacen y padecen. Y más en países como España donde las estructuras para la danza cuando no son precarias es que son inexistentes. Pues bien, después de años de darle vueltas al asunto se me ocurre que bien podría componerse un ballet formidable con la trama de corrupción que rodea al exministro José Luis Ábalos.

Ábalos es el elemento que quizá más daño vaya a causar a la revisión de las legislaturas de Pedro Sánchez. Es algo dramático, casi shakespeariano, porque él estuvo en su reencarnación. Fue uno de aquellos perdedores dentro del organigrama del partido socialista que se unieron para aupar a Sánchez de nuevo a la secretaría general tras ser defenestrado durante el bloqueo a la investidura de Mariano Rajoy. Ábalos trabajó para él con entrega y destreza y lograron ganar las primarias y recuperar el poder con aquella moción de censura que derribó a Rajoy, noqueado, ausente y manchado hasta las trancas por la enorme corrupción que asolaba a los populares. Esa limpieza intachable prometida se fue al garete cuando Ábalos, presuntamente, cayó bajo el paraguas de una serie de personajes turbios y corruptores que aspiraban a forrarse con la cercanía a la ventanilla tentadora del ministerio de Fomento. No puede existir algo más apetecible que rascar en las contratas de construcción, el verdadero caballo de Troya de nuestra insana mezcolanza de política y empresa.

A la espera de que finalice la instrucción del caso, que ya ha tenido algunos borrones antológicos, una de las ramificaciones más siniestras es la que apunta a la contratación fraudulenta en empresas públicas de parejas sentimentales del ministro. Parejas a las que se ha corrido a tildar de prostitutas sin concederles una mínima piedad. No hay que olvidar que la expresión “volquete de putas” la acuñó un integrante de la red corrupta de los populares como forma de festejo de un pelotazo con dinero público. La idea de ver bailar a esa mujer frágil y posiblemente bella entre esta serie de monstruosos personajes sacados del astracán puede ser conmovedora. Como un cisne puro se movería entre los empleadores zafios y los descarados corruptores zamoranos. Atravesaría la capa de grasa que extienden como tela de araña a su alrededor los demás y en uno de los clímax finales sabríamos si entre las vacaciones y los viajes hubo algún espacio para la reflexión, la quiebra moral y la inquietud o todo era morro. Los grandes ballets parten de una premisa sencilla, a veces poética o mágica, para representar la enorme lucha que se desata entre la bondad y la maldad, entre la belleza y lo atroz, entre el sueño y la realidad. En esta presunta trama hay una realidad grosera, enferma y pútrida, pero el esfuerzo consiste en encontrar entre la fantasía de goces y placeres cutres la brizna perdida de humanidad.

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 Después de años de darle vueltas al asunto, se me ocurre que bien podría componerse una obra de danza formidable con la trama de corrupción que rodea al exministro José Luis Ábalos  

Columna

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Podría componerse una formidable obra de danza con la trama de corrupción que rodea al exministro socialista

José Luis Ábalos, exministro de Transportes y exsecretario de Organización del PSOE, en el Congreso de los Diputados.
David Trueba

Qué maravilloso empeño sería escribir un ballet. Es la forma de expresión que contiene una totalidad pocas veces alcanzable. Años atrás colaboré con una compañía de danza contemporánea. Necesitaban un andamiaje de textos para un espectáculo que preparaban para un teatro nacional. Fue al convivir con ellos y acudir a los ensayos cuando me di cuenta de la dureza extrema de su profesión. Todas las quejas de peliculeros, teatreros, artistas plásticos o escritores me parecían nimiedades al lado de la tremenda entrega y sacrificio que se exige a los bailarines. Cualquier otra disciplina artística es como masticar chicle al lado de lo que ellos hacen y padecen. Y más en países como España donde las estructuras para la danza cuando no son precarias es que son inexistentes. Pues bien, después de años de darle vueltas al asunto se me ocurre que bien podría componerse un ballet formidable con la trama de corrupción que rodea al exministro José Luis Ábalos.

Ábalos es el elemento que quizá más daño vaya a causar a la revisión de las legislaturas de Pedro Sánchez. Es algo dramático, casi shakespeariano, porque él estuvo en su reencarnación. Fue uno de aquellos perdedores dentro del organigrama del partido socialista que se unieron para aupar a Sánchez de nuevo a la secretaría general tras ser defenestrado durante el bloqueo a la investidura de Mariano Rajoy. Ábalos trabajó para él con entrega y destreza y lograron ganar las primarias y recuperar el poder con aquella moción de censura que derribó a Rajoy, noqueado, ausente y manchado hasta las trancas por la enorme corrupción que asolaba a los populares. Esa limpieza intachable prometida se fue al garete cuando Ábalos, presuntamente, cayó bajo el paraguas de una serie de personajes turbios y corruptores que aspiraban a forrarse con la cercanía a la ventanilla tentadora del ministerio de Fomento. No puede existir algo más apetecible que rascar en las contratas de construcción, el verdadero caballo de Troya de nuestra insana mezcolanza de política y empresa.

A la espera de que finalice la instrucción del caso, que ya ha tenido algunos borrones antológicos, una de las ramificaciones más siniestras es la que apunta a la contratación fraudulenta en empresas públicas de parejas sentimentales del ministro. Parejas a las que se ha corrido a tildar de prostitutas sin concederles una mínima piedad. No hay que olvidar que la expresión “volquete de putas” la acuñó un integrante de la red corrupta de los populares como forma de festejo de un pelotazo con dinero público. La idea de ver bailar a esa mujer frágil y posiblemente bella entre esta serie de monstruosos personajes sacados del astracán puede ser conmovedora. Como un cisne puro se movería entre los empleadores zafios y los descarados corruptores zamoranos. Atravesaría la capa de grasa que extienden como tela de araña a su alrededor los demás y en uno de los clímax finales sabríamos si entre las vacaciones y los viajes hubo algún espacio para la reflexión, la quiebra moral y la inquietud o todo era morro. Los grandes ballets parten de una premisa sencilla, a veces poética o mágica, para representar la enorme lucha que se desata entre la bondad y la maldad, entre la belleza y lo atroz, entre el sueño y la realidad. En esta presunta trama hay una realidad grosera, enferma y pútrida, pero el esfuerzo consiste en encontrar entre la fantasía de goces y placeres cutres la brizna perdida de humanidad.

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