Estreno en el archipiélago Luis Martín-Santos

<p>Durante mucho tiempo, se consideró la obra de <strong>Luis Martín-Santos</strong> (Larache, Marruecos, 1924 – Vitoria, 1964) como una isla. Una isla-continente, como Australia, habría que decir; tales eran las dimensiones de la única novela que completó: ‘<strong>Tiempo de silencio</strong>’ (1961). Su publicación provocó una revolución en la literatura española de mediados del siglo XX, al incorporar a un panorama dominado por el realismo social los hallazgos de la novela modernista europea (James Joyce, Marcel Proust, Jean-Paul Sartre). La prematura muerte de Martín-Santos en un accidente de tráfico, a los 39 años, creó un aura legendaria en torno a su libro, incorporado como una de las paradas obligadas del currículo académico en nuestro país. Sin embargo, con el paso del tiempo han ido apareciendo otros escritos, como sus relatos, recogidos en el volumen ‘Apólogos’ (1970), o la novela inacabada ‘Tiempo de destrucción’, que vio la luz en 1975.</p>

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 Oculta durante décadas, la obra ‘Viaje hasta el límite’ descubre la faceta dramatúrgica del autor de ‘Tiempo de silencio’, en un montaje que se representa por primera vez.  

Durante mucho tiempo, se consideró la obra de Luis Martín-Santos (Larache, Marruecos, 1924 – Vitoria, 1964) como una isla. Una isla-continente, como Australia, habría que decir; tales eran las dimensiones de la única novela que completó: ‘Tiempo de silencio‘ (1961). Su publicación provocó una revolución en la literatura española de mediados del siglo XX, al incorporar a un panorama dominado por el realismo social los hallazgos de la novela modernista europea (James Joyce, Marcel Proust, Jean-Paul Sartre). La prematura muerte de Martín-Santos en un accidente de tráfico, a los 39 años, creó un aura legendaria en torno a su libro, incorporado como una de las paradas obligadas del currículo académico en nuestro país. Sin embargo, con el paso del tiempo han ido apareciendo otros escritos, como sus relatos, recogidos en el volumen ‘Apólogos’ (1970), o la novela inacabada ‘Tiempo de destrucción’, que vio la luz en 1975.

El tiempo ha terminado desvelando también varios textos dramáticos que escribió en su juventud este psiquiatra reconvertido en literato. Uno de ellos, terminado en 1953, se representará por primera vez, siete décadas más tarde: ‘Viaje hasta el límite’. Será este sábado, en el Teatro Español, con un montaje adaptado y dirigido por el responsable del legendario espacio madrileño, Eduardo Vasco. Ernesto Arias, Lara Grube, Agus Ruiz, Eva Trancón, Luis Espacio e Iván López-Ortega componen el reparto de esta producción, que continúa el camino abierto por Vasco de presentar ante el público los grandes hitos de la dramaturgia de nuestro país, como ‘Luces de bohemia’ e ‘Historia de una escalera’.

«Estamos casi ocho años antes de la publicación y del éxito de ‘Tiempo de silencio’», ubica Vasco la obra, «con lo que tenemos las ventajas del escritor más espontáneo y desprejuiciado que está trabajando prácticamente de manera directa con sus influencias, que entran casi en tropel, pues se encuentra conformando su estilo». Así, hay «rastros de Shakespeare, porque la obra es un remedo de ‘Rey Lear’», pero también aromas de Camus, de Sartre y, desde luego, de Eugene O’Neill». Se trata de «un cóctel muy bello», en palabras del director del Teatro Español, «porque detrás de eso hay una voz muy sólida, que luego la vamos a reconocer en ‘Tiempo de silencio’».

Fernando Doménech Rico, editor del volumen dedicado al teatro en las ‘Obras completas’ de Martín-Santos que acaba de publicar Galaxia Gutenberg, termina de situar al autor: «La gran sorpresa para todo el mundo -yo incluido, que pensaba que ‘Tiempo de silencio’ era prácticamente una obra única- es que tenía también teatro. Esto no lo sabía absolutamente nadie».

Una vez superada la estupefacción por el descubrimiento de las piezas teatrales entre los papeles del escritor -realizadas por sus hijos, que eran unos niños en el momento del fallecimiento de su padre-, llega el momento del análisis. «Era un hombre que hacía un teatro de ideas y, por lo tanto, también un teatro de la palabra», resume Doménech Rico. «Era un gran lector de Freud y aplicaba ideas que podía haber sacado de él. Es decir, ese teatro de psicologías complejas, frente a las psicologías sencillas de personajes hechos de una pieza, que son siempre totalmente buenos o siempre totalmente malos». Lo que buscaba el psiquiatra-escritor eran «personajes de reacciones a veces imprevisibles con una psicología, en general, muy torturada, que lo que hacen es plantear grandes conflictos cuando se relacionan con los demás».

Vasco interviene: «Era un psiquiatra reconocido, una persona que comprendía la mente humana. Así, el calado, la profundidad que le da a los personajes dentro de la materia dramática en la que se envuelve, es excepcional. Por otro lado, hay que tener en cuenta también que está muy vinculado a todo el pensamiento que circula por Europa en ese momento. Y el gran tema de la obra, que luego es el mismo que en ‘Tiempo de silencio’, es ese desasosiego existencial que tiene el hombre en la posguerra y que, una vez que la cosa se estabiliza, no sabe muy bien cómo encauzar».

Como en el ‘Lear’ shakesperiano, aquí un poderoso ‘pater familias’ decide repartir sus bienes entre sus descendientes. Pero el matiz es diferente, cuatro siglos después del bardo inglés: «Tiene que ver también con esa sensación de que la familia es una especie de jaula, de que el hombre no encuentra su sitio, de que la civilización ha colapsado de repente y se está reconstruyendo. Por ello, el pensamiento tiene que tener un vigor excepcional para que el individuo se levante de una manera mucho más digna».

Aunque ‘Viaje hasta el límite’ complete el archipiélago Martín-Santos, sí que tiene algo de ínsula perdida, según Doménech Rico, en cuanto el autor «escribía un tanto al margen de lo que era la tradición teatral española». Y reproduce algo que contaba Juan Benet, «que en el momento en que él escribe estaba triunfando Adolfo Torrado, y tanto Benet como Martín Santos odiaban ese tipo de teatro». Lo suyo era, ya se ha dicho, mirarse en los autores extranjeros, pero también en alguno local, como Alfonso Sastre o Buero Vallejo.

«Siento que hemos tocado una tecla que, probablemente, era muy necesario tocar», dice Vasco sobre el buen desempeño de su apuesta. «Pertenecemos a una profesión muy desmemoriada. Siempre he estado muy preocupado por la tradición, que parece una palabra endemoniada. Pero no: partir de cero siempre me ha parecido una estupidez».

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