<p>Una vecindad del Gran Buenos Aires frente a un barco en el Río de la Plata. Un crujido de una silla, o bien el sonido del mar. El comienzo del cómic y de la serie sobre la historia de <strong>Juan Salvo, </strong><i><strong>El eternauta</strong></i>, es muy diferente desde el primer segundo en ambos casos. El inicio de la historieta es ya un clásico del cómic argentino. En el caso de su versión en <strong>Netflix</strong>, está por ver. Aun así, se ha conseguido colocar en el top 10 de series más vistas de la plataforma en 51 países, incluido el nuestro.</p>
La historieta creada por Héctor Germán Oesterheld ha sido llevada a nuestras pantallas por Bruno Stagnaro a través de Netflix. Desde el inicio radicalmente diferente hasta el peso de los personajes femeninos en la trama, la adaptación televisiva de la novela gráfica muestra varios cambios respecto del original
Una vecindad del Gran Buenos Aires frente a un barco en el Río de la Plata. Un crujido de una silla, o bien el sonido del mar. El comienzo del cómic y de la serie sobre la historia de Juan Salvo, El eternauta, es muy diferente desde el primer segundo en ambos casos. El inicio de la historieta es ya un clásico del cómic argentino. En el caso de su versión en Netflix, está por ver. Aun así, se ha conseguido colocar en el top 10 de series más vistas de la plataforma en 51 países, incluido el nuestro.
Más allá de la típica ficción de Netflix, donde la inclusividad es un aspecto destacado, Bruno Stagnaro, creador de la adaptación televisiva de El eternauta, ha intentado amoldar el espíritu del original. Eso sí, con notables diferencias. El director argentino, en lugar de intentar lograr «una universalidad en el relato a partir de esconder los vestigios de nuestra cultura», ha optado por «irradiarlos y tratar de arribar a esa universalidad proyectando la localidad».
El arranque de la trama sobre papel, en la casa de la localidad de Vicente López, pegada a la ciudad de Buenos Aires, muestra un panorama y un planteamiento completamente diferente del que la serie propone. El propio autor del cómic, Héctor Germán Oesterheld, es un personaje más y la primera persona que conoce a Juan Salvo. Oesterheld se encuentra en su escritorio cuando cruje la silla que tiene frente a él y El eternauta se materializa en su despacho. Tras la sorpresa inicial, el recién aparecido procede a contarle los sucesos que le han llevado a teletransportarse en su casa en su viaje por la eternidad.
Nada más sonar el ya clásico «tudum» de Netflix, lo que el espectador ve es un velero en el Río de la Plata y tres chicas jóvenes compartiendo un momento de relax bajo una noche bonaerense de verano. Nada que ver con el tranquilo despacho de Vicente López. En seguida, la tranquilidad de la embarcación se ve turbada por lo que parece una aurora boreal y un apagón repentino en el skyline de la capital argentina. Un elemento conocido por los seguidores de El eternauta hace aparición por primera vez: un copo de nieve.
En ese barco frente a Buenos Aires se encuentra un personaje que tiene un papel completamente diferente en la ficción audiovisual: la hija del héroe. En el cómic, el rol de la descendiente de Salvo -y de las mujeres en general- es mucho menos relevante que en la obra de Bruno Stagnaro. En la versión de 1957, la hija, mucho más pequeña, cumple un papel pasivo junto a la madre. Ambas se dedican a la faraónica tarea de recoger alimentos por la casa y cocinar para los hombres. En el remake, sin embargo, la esposa de Juan Salvo es médico y toma decisiones importantes para la trama. Su hija, igualmente, tiene una función crucial en la nueva adaptación, ya que, de entrada, es el motivo por el que el personaje interpretado por Ricardo Darín abandona su encierro doméstico.
El marco temporal en el que se desarrolla la propuesta televisiva ocurre en la época actual y no en la Argentina de finales de los 50. Para el propio Stagnaro, esto era fundamental: «Sentí que era lo lógico para que la obra siguiera generando el efecto que generó en su momento». De hecho, se incluyen las manifestaciones por los apagones de luz («Argentina, ¡qué país!, me fui con cacerolazos y volví con cacerolazos», espeta uno de los personajes). El protagonista cuenta con una diferencia de edad –Darín tiene 68 años- que justifica su manejo con las armas debido a su veteranía en la guerra de las Malvinas. Sin embargo, el Juan Salvo original, de menor edad, era reservista, es decir, un civil con conocimiento militar dispuesto a ser llamado a filas en caso de necesidad. A este respecto, el actor argentino opina que «esta versión es una recreación de una historia posible, y Bruno le encontró la mejor posibilidad histórica al personaje».
La capacidad del Juan reservista le lleva rápidamente a ascender de manera improvisada en el ejército, cuerpo que tiene una gran importancia en una fase temprana de la historia. En la versión de Netflix la relevancia de las Fuerzas Armadas es mucho más paulatina y de un peso inferior, por lo menos en la primera temporada. El propio Ricardo Darín reveló a este periódico que veremos la crucial batalla en el estadio del River en la segunda temporada de la serie. Por necesidad, los militares tendrán que hacer un gran acto de presencia ahí. Es más, la segunda y última temporada será, según el actor, «mucho más ardua que la primera; todo batallas, batallas y batallas».
El flashback relatado por Juan Salvo al autor de la novela gráfica, comienza en invierno, en una noche fría en la que los protagonistas juegan una partida de truco -juego de cartas popular en Argentina- en la casa del personaje. Por este motivo, la mortífera nevada no extraña en principio a los protagonistas. En la adaptación de Bruno Stagnaro se encuentran en casa de Favalli, compañero de aventuras de El eternauta y la estación del año es el verano. Los personajes visten con ropa acorde a la época estival y la nevada sorprende a todos, como al personaje de Inga, inexistente en el cómic y que helada de frío suplica ser ayudada por el entorno de Salvo.
La presencia de este personaje es muestra de que en la serie hay más personajes femeninos que en el original. En éste, a la hija y a la mujer de Juan Salvo, relegadas al ámbito doméstico prácticamente, se le une una seductora infiltrada del bando enemigo que trata de poner en jaque a los protagonistas. En la pantalla, sin embargo, dos nuevas mujeres cumplen con dos roles fundamentales frente a la invasión: la propia Inga, inmigrante venezolana de carácter decidido; y Pecas, líder de un grupo de resistencia juvenil.
A pesar de ser una obra completamente argentina, la novela gráfica utiliza un castellano neutro donde el clásico voseo no tiene lugar. Se evitan expresiones típicas y localismos que dan a la historieta un castellano indeterminado. En la plataforma de streaming, el español de Buenos Aires es un elemento narrativo más que otorga un tono característico.
El Pablito de la serie, interpretado por Aron Park, es ejemplo del tono cercano (y realista) del lenguaje utilizado. A diferencia del tebeo, el personaje no está encerrado en la ferretería de su tío, sino en las taquillas del colegio. Al ser rescatado, el personaje interpretado por Park responde con un sonoro: «La concha de tu madre», cuando Juan Salvo le pregunta el nombre. De momento, la importancia de Pablito no es tanta como en el cómic, donde precisamente es uno de los primeros personajes en aparecer, más allá del núcleo cercano a El eternauta.
Todavía queda por ver cómo la segunda temporada de El eternauta resuelve las tramas iniciadas en la serie, y qué protagonismo tienen «los manos» en la historia. Estos seres, que se presentan en el último momento de la primera temporada, tienen una gran importancia en el cómic y llegamos a conocer bastante más de ellos.
De momento, la serie, ha generado opiniones para todos los gustos. Bruno Stagnaro reconoce que le dolería que «la serie fuera cuestionada por los aficionados de la historieta». Eso sí, el resultado de la adaptación, como ha revelado el director, ha gustado a Martín Oesterheld, nieto del autor original y consultor creativo de la misma. Solo queda esperar a la segunda temporada para saber si esta obra es digna del cómic.
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