El resultado de las elecciones presidenciales en Polonia ilustra bien el inquietante mapa político europeo: instalado entre una extrema derecha populista y nacionalista —movilizada contra la inmigración y afín al trumpismo— y el polo del europeísmo liberal —que aglutina a un amplio espectro de posiciones: desde la derecha moderada hasta los socialistas—. La disparatada política arancelaria y migratoria de Donald Trump, que ha actuado como revulsivo en favor de las fuerzas democráticas en Canadá y Australia —incluso en Rumania— no han tenido el mismo efecto en Polonia. Este domingo, el vencedor de la primera vuelta, Rafal Trzaskowski —alcalde de Varsovia y candidato gubernamental de la Plataforma Cívica— quedó 1,4 puntos y 369.000 votos por debajo de Karol Nawrocki —historiador ultranacionalista apoyado por la ultraderecha de Ley y Justicia (PiS)—, que ha conseguido recoger el voto extremista disperso entre tres candidaturas que no consiguieron sortear la primera vuelta, incluida una formación abiertamente antisemita.
El poder de veto sobre el legislativo otorga un valor particular a la victoria en las presidenciales del ultranacionalista Rafal Trzaskowski
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional
El poder de veto sobre el legislativo otorga un valor particular a la victoria en las presidenciales del ultranacionalista Rafal Trzaskowski


El resultado de las elecciones presidenciales en Polonia ilustra bien el inquietante mapa político europeo: instalado entre una extrema derecha populista y nacionalista —movilizada contra la inmigración y afín al trumpismo— y el polo del europeísmo liberal —que aglutina a un amplio espectro de posiciones: desde la derecha moderada hasta los socialistas—. La disparatada política arancelaria y migratoria de Donald Trump, que ha actuado como revulsivo en favor de las fuerzas democráticas en Canadá y Australia —incluso en Rumania— no han tenido el mismo efecto en Polonia. Este domingo, el vencedor de la primera vuelta, Rafal Trzaskowski —alcalde de Varsovia y candidato gubernamental de la Plataforma Cívica— quedó 1,4 puntos y 369.000 votos por debajo de Karol Nawrocki —historiador ultranacionalista apoyado por la ultraderecha de Ley y Justicia (PiS)—, que ha conseguido recoger el voto extremista disperso entre tres candidaturas que no consiguieron sortear la primera vuelta, incluida una formación abiertamente antisemita.
Como presidente con derecho de veto sobre el legislativo, Nawrocki seguirá previsiblemente una línea idéntica a la de su predecesor, Andrzej Duda. Así, obstaculizará cuanto pueda la acción del gobierno del liberal-conservador Donald Tusk, especialmente para evitar que el poder judicial y el Tribunal Constitucional, todavía copados y controlados por el PiS, recuperen su independencia. El resultado del domingo es un varapalo para Tusk apenas año y medio después de su victoria, y un mal presagio para las legislativas, previstas para 2027, a las que será difícil que el primer ministro llegue con los deberes programáticos hechos. Es, pues, coherente que este lunes anunciara que va a someterse a una moción de confianza.
Polonia está dividida en dos hemisferios ideológicos, muy polarizados y de peso electoral muy similar, como sucede en otros países europeos y en Estados Unidos. El carácter internacional de la batalla electoral polaca ha tenido un claro reflejo en el apoyo de Trump a Nawrocki, al que recibió como candidato en el Despacho Oval, y que ha contado también con el apoyo en campaña de la secretaria estadounidense de Interior, Kristi Noem, virulenta militante contra la inmigración y encargada de defender y aplicar las detenciones y deportaciones de extranjeros.
Las posiciones nacionalistas de Nawrocki están teñidas de fuertes sentimientos antialemanes y antiucranios, sumados a la tradición antirrusa que ha cultivado como historiador y presidente del Instituto de la Memoria Nacional. El nuevo presidente de Polonia defiende la continuación de la ayuda militar a la vecina Ucrania, pero se niega a que haya tropas polacas en la fuerza internacional de paz que pudiera organizarse para apoyar un alto el fuego entre Kiev y Moscú. Su atlantismo es abiertamente trumpista y receloso, si no hostil, hacia la Unión Europea. Rechaza el ingreso de Ucrania en la OTAN y mantiene serias reservas sobre su adhesión a la UE. Su elección debilita la construcción de la defensa europea y, en concreto, el llamado Triángulo de Weimar, la alianza de Varsovia con París y Berlín sobre la que se pretende asentar la autonomía estratégica de la Unión.
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