ArteSantander: boceto del nuevo arte que está por llegar

En el mundo del arte contemporáneo hay ferias de todos los tamaños y contenidos. Si el referente mundial entre las grandes está en Art Basel en Basilea, son muchas las ciudades que ofrecen grandes propuestas de mediano formato: Madrid, París, Ciudad de México, Londres, por poner unos pocos ejemplos. Pero hay un tercer grupo de ferias más pequeñas vinculadas a destinos de vacaciones y que parecen ideadas para aficionados al arte capaces de darse un capricho sin poner en peligro las finanzas familiares. Es el caso de la feria de Santander, que hasta el 15 de julio está celebrando su 33ª edición, con 41 galerías y 120 artistas con los que se podría dibujar el mapa de las tendencias que están en camino: mucha pintura figurativa y mucho color.

Los artistas parecen haber perdido el miedo a los equilibrios estéticos, a la vez que muestran una gran preocupación por un entorno social demasiado tibio con la discriminación que sufren las mujeres. Además, esta edición de ArteSantander la vuelve a dirigir la gestora cultural Mónica Álvarez Careaga y algunos participantes cuentan que los cambios empiezan a ser notables. No tanto por la apariencia en sí, que sigue siendo similar a cualquier feria, sino que ha introducido programas comisariados y ha conseguido la visita de 61 coleccionistas nacionales e internacionales dispuestos a conocer a fondo el certamen y a llevarse a casa aquellas obras capaces de seducirles.

Careaga es de las que cree que la gran ventaja de ferias como la de Santander frente a mastodontes como Arco, es que aquí todo es manejable para artistas y coleccionistas y asumible para el galerista. No hay normas rígidas de acceso pero sí existe un comité seleccionador que hace la criba entre aspirantes. Siguiendo con el concepto de manejabilidad, se pide que los artistas tengan un historial de exposiciones, que los galeristas tengan una cierta trayectoria y que los precios sean sensatos; lo que significa que, en general, se mueven entre los 800 y los 12.000 euros.

La gestora cultural y directora de ArteSantader, Mónica Álvarez Careaga.

Uno de los estands más llamativos es el del mexicano Miguel De las Heras, de la galería Proyecto H de Ciudad de México. Toda una pared la ocupan unos peculiares objetos con aire de martillo de mango de madera que ha esculpido Otto Martin Moreno (Ciudad de México, 25 años). Son piezas (1.500 euros cada una) que fusionan lo industrial y lo digital con técnicas como CNC router, impresoras 3D y corte láser.

Sobre una mesita del mismo espacio llaman la atención varios objetos de cerámica con aire de derramados. Son objetos de uso cotidiano que Livia Marin (Santiago de Chile, 45 años) utiliza para indagar en cómo nos relacionamos en tiempos de estandarización y circulación global. Otro espacio dedicado a la escultura es SC Gallery + Projects de Bilbao donde expone el asturiano Kiko Miyares (45 años). Sus largas cabezas policromadas han sido realizadas con motosierra sobre madera de pino, según describe Sergio García Bayón, responsable del negocio.

Aunque la mayor parte de los galeristas presentan un mínimo de tres artistas, hay varios que han decidido dedicar sus esfuerzos a un solo creador. Es el caso del pintor francés Olivier Gruber (66 años) en Invisible, Rafa Forteza en la galería 6A de Palma, Paco Fernández, en Caicoya de Oviedo, o el británico Simon Quadrat (Londres, 81 años), en la galería madrileña de Rafael Pérez Hernando.

Penalista y pintor

Las obras del artista inglés Quadrat son oscuras y perturbadoras. El galerista explica que la vida del autor, un conocido abogado penalista, ya jubilado, se refleja en los lienzos. “Sacaba lo más inquietante a los protagonistas de los casos con los que trabajaba”, cuenta Rafael Pérez, “a la vez que se regía por unas normas muy estrictas para que esas personas no fueran identificadas. Y así lo sigue haciendo porque ahora pinta más que en toda su vida. No ha venido a la feria por no abandonar su estudio”.

La pieza 'Solitary diner', 2025, de Simon Quadrat, en la galería Rafael Pérez Hernando.

Otro rincón dedicado a una sola artista es la Galería Llamazares de Gijón. De sus tres paredes cuelgan casas de diferentes formatos. Son obras de la artista bilbaína Juana GarcíaPozuelo (47 años). Cuenta la pintora que ha bautizado la serie como Pequeños crímenes sin importancia porque “dentro de esas bellas mansiones lo perverso se acaba drenando de la cotidianidad de cada individuo”. Todas las casas han sido pintadas a partir de modelos reales que la artista contempló durante una larga estancia en Estados Unidos. Una de ellas es Orchard House, la mansión en la que se dice que Louisa May Alcott escribió Mujercitas.

En el centro del Palacio de Exposiciones hay una galería cuyas imágenes se ven desde cualquier rincón de la planta por su derroche de purpurinas y tonalidades malva. Es la galería Al-Tiba9, de Barcelona, ocupada por la serie Vogue de la artista persa Rabee Baghshani (47 años), que nunca ha salido de su país. El argelino Mohhamed Benhadj, director de la galería, cuenta que fue ella la que se las apañó para hacerle llegar el mensaje para que comercializara y difundiera su obra. Era 1921 y desde entonces ha podido vender su trabajo en muchos países, sobre todo en Estados Unidos y Arabia Saudí. “Es una de las pocas artistas iraníes que ha podido conseguir formación digital para realizar su trabajo”, cuenta Benhadj. “La manera con la que usa el humor para reclamar libertad y empoderamiento femenino desafía a todas las normas sociales del país en el que vive. Ojalá que muy pronto pueda crear en libertad”.

La obra 'VOGUE VI', 2019, de la artista iraní Rabee Baghshani, expuesta en la galería Al-Tiba 9.

En esta segunda edición, el El Institut d’Estudis Baleàrics vuelve a participar en Santander para promocionar a los artistas vinculados con las islas. El protagonista es Jorge Diezma (Madrid, 52 años, vecino de Bunyola, en Mallorca). El proyecto se titula Paisatges suspesos: natures mortes marines y está comisariado por Cristina Anglada. Karen Müller, técnica de proyectos del Institut, explica: “Nos es muy difícil desplazarnos a bienales y ferias de fuera. Por eso reivindicamos que los artistas que vivan o trabajen aquí disfruten de facilidades para su promoción”.

Seguir leyendo

 120 artistas de todo el mundo participan en la 33ª edición de la feria que apuesta por la pintura figurativa y el color  

En el mundo del arte contemporáneo hay ferias de todos los tamaños y contenidos. Si el referente mundial entre las grandes está en Art Basel en Basilea, son muchas las ciudades que ofrecen grandes propuestas de mediano formato: Madrid, París, Ciudad de México, Londres, por poner unos pocos ejemplos. Pero hay un tercer grupo de ferias más pequeñas vinculadas a destinos de vacaciones y que parecen ideadas para aficionados al arte capaces de darse un capricho sin poner en peligro las finanzas familiares. Es el caso de la feria de Santander, que hasta el 15 de julio está celebrando su 33ª edición, con 41 galerías y 120 artistas con los que se podría dibujar el mapa de las tendencias que están en camino: mucha pintura figurativa y mucho color.

Los artistas parecen haber perdido el miedo a los equilibrios estéticos, a la vez que muestran una gran preocupación por un entorno social demasiado tibio con la discriminación que sufren las mujeres. Además, esta edición de ArteSantander la vuelve a dirigir la gestora cultural Mónica Álvarez Careaga y algunos participantes cuentan que los cambios empiezan a ser notables. No tanto por la apariencia en sí, que sigue siendo similar a cualquier feria, sino que ha introducido programas comisariados y ha conseguido la visita de 61 coleccionistas nacionales e internacionales dispuestos a conocer a fondo el certamen y a llevarse a casa aquellas obras capaces de seducirles.

Careaga es de las que cree que la gran ventaja de ferias como la de Santander frente a mastodontes como Arco, es que aquí todo es manejable para artistas y coleccionistas y asumible para el galerista. No hay normas rígidas de acceso pero sí existe un comité seleccionador que hace la criba entre aspirantes. Siguiendo con el concepto de manejabilidad, se pide que los artistas tengan un historial de exposiciones, que los galeristas tengan una cierta trayectoria y que los precios sean sensatos; lo que significa que, en general, se mueven entre los 800 y los 12.000 euros.

La gestora cultural y directora de ArteSantader, Mónica Álvarez Careaga.

Uno de los estands más llamativos es el del mexicano Miguel De las Heras, de la galería Proyecto H de Ciudad de México. Toda una pared la ocupan unos peculiares objetos con aire de martillo de mango de madera que ha esculpido Otto Martin Moreno (Ciudad de México, 25 años). Son piezas (1.500 euros cada una) que fusionan lo industrial y lo digital con técnicas como CNC router, impresoras 3D y corte láser.

Sobre una mesita del mismo espacio llaman la atención varios objetos de cerámica con aire de derramados. Son objetos de uso cotidiano que Livia Marin (Santiago de Chile, 45 años) utiliza para indagar en cómo nos relacionamos en tiempos de estandarización y circulación global. Otro espacio dedicado a la escultura es SC Gallery + Projects de Bilbao donde expone el asturiano Kiko Miyares (45 años). Sus largas cabezas policromadas han sido realizadas con motosierra sobre madera de pino, según describe Sergio García Bayón, responsable del negocio.

Aunque la mayor parte de los galeristas presentan un mínimo de tres artistas, hay varios que han decidido dedicar sus esfuerzos a un solo creador. Es el caso del pintor francés Olivier Gruber (66 años) en Invisible, Rafa Forteza en la galería 6A de Palma, Paco Fernández, en Caicoya de Oviedo, o el británico Simon Quadrat (Londres, 81 años), en la galería madrileña de Rafael Pérez Hernando.

Penalista y pintor

Las obras del artista inglés Quadrat son oscuras y perturbadoras. El galerista explica que la vida del autor, un conocido abogado penalista, ya jubilado, se refleja en los lienzos. “Sacaba lo más inquietante a los protagonistas de los casos con los que trabajaba”, cuenta Rafael Pérez, “a la vez que se regía por unas normas muy estrictas para que esas personas no fueran identificadas. Y así lo sigue haciendo porque ahora pinta más que en toda su vida. No ha venido a la feria por no abandonar su estudio”.

La pieza 'Solitary diner', 2025, de Simon Quadrat, en la galería Rafael Pérez Hernando.

Otro rincón dedicado a una sola artista es la Galería Llamazares de Gijón. De sus tres paredes cuelgan casas de diferentes formatos. Son obras de la artista bilbaína Juana GarcíaPozuelo (47 años). Cuenta la pintora que ha bautizado la serie como Pequeños crímenes sin importancia porque “dentro de esas bellas mansiones lo perverso se acaba drenando de la cotidianidad de cada individuo”. Todas las casas han sido pintadas a partir de modelos reales que la artista contempló durante una larga estancia en Estados Unidos. Una de ellas es Orchard House, la mansión en la que se dice que Louisa May Alcott escribió Mujercitas.

En el centro del Palacio de Exposiciones hay una galería cuyas imágenes se ven desde cualquier rincón de la planta por su derroche de purpurinas y tonalidades malva. Es la galería Al-Tiba9, de Barcelona, ocupada por la serie Vogue de la artista persa Rabee Baghshani (47 años), que nunca ha salido de su país. El argelino Mohhamed Benhadj, director de la galería, cuenta que fue ella la que se las apañó para hacerle llegar el mensaje para que comercializara y difundiera su obra. Era 1921 y desde entonces ha podido vender su trabajo en muchos países, sobre todo en Estados Unidos y Arabia Saudí. “Es una de las pocas artistas iraníes que ha podido conseguir formación digital para realizar su trabajo”, cuenta Benhadj. “La manera con la que usa el humor para reclamar libertad y empoderamiento femenino desafía a todas las normas sociales del país en el que vive. Ojalá que muy pronto pueda crear en libertad”.

La obra 'VOGUE VI', 2019, de la artista iraní Rabee Baghshani, expuesta en la galería Al-Tiba 9.

En esta segunda edición, el El Institut d’Estudis Baleàrics vuelve a participar en Santander para promocionar a los artistas vinculados con las islas. El protagonista es Jorge Diezma (Madrid, 52 años, vecino de Bunyola, en Mallorca). El proyecto se titula Paisatges suspesos: natures mortes marines y está comisariado por Cristina Anglada. Karen Müller, técnica de proyectos del Institut, explica: “Nos es muy difícil desplazarnos a bienales y ferias de fuera. Por eso reivindicamos que los artistas que vivan o trabajen aquí disfruten de facilidades para su promoción”.

 EL PAÍS 

Noticias Similares