David Bustamante (San Vicente de la Barquera, 43 años) no necesita presentaciones. Tenía 19 años cuando se convirtió en uno de los rostros más populares de la televisión gracias a su participación en Operación Triunfo —donde quedó en tercera posición—; dos décadas después, sigue al pie del cañón. Nada ha cambiado en él: tiene la misma ilusión que aquel Titín —como le llaman los más cercanos— que hizo historia, continúa siendo un terremoto y mantiene intacta esa energía tan característica suya. Dice estar en su mejor momento, y no necesita repetirlo dos veces, se nota en el aura que desprende. Va de un lado a otro, saluda a quien se encuentra y gasta alguna que otra broma para relajar el ambiente. “Estoy viviendo un momento muy dulce porque hago lo que me gusta y me siento realizado”, reconoce el cántabro a EL PAÍS durante un encuentro en el hotel UMusic de Madrid.
Bustamante está inmerso en su gira Inédito, a la que todavía le quedan cinco fechas y que concluirá el próximo 30 de noviembre en Madrid. Un tour que llega en el año de su renacer personal. “Estoy sintiendo que vuelvo a empezar. He vivido todo el proceso como un buen plato, a fuego lento: desde el silencio, la hoja en blanco… una historia que contándola en los conciertos está siendo realmente mágica”, explica emocionado. Está a punto de cumplir sus bodas de plata con la música, pero lo siente como si fuese el primer día: “Me siento con responsabilidad con mi público, que me ha dado tanto. Necesito recordarles cada vez que vengan por qué merece la pena”.
Matiza que lleva más de mil conciertos a su espalda, con una legión incansable de seguidores que han crecido a la par que él y a la que se han ido sumando nuevas generaciones. “Soy consciente de lo que tengo y del esfuerzo que ellos hacen. Es el gesto de amor más generoso del mundo. Vienen a hacerte feliz, a cumplir tus sueños, te elevan… son mis alas y es gente a la que he visto crecer. Mi público es muy familiar y ser el punto de encuentro de esa familia es algo mágico”, responde sobre sus seguidores.
En este momento en el que siente que está renaciendo, busca aportar un toque diferencial a lo que hace: “Quiero usar ese altavoz que me han puesto para intentar poner mi granito de arena y mejorar un poco la sociedad, exponer mis quejas, que la gente se puede desahogar, despedirse, volver a enamorarse, sanar o librarse de algo tóxico. Siento que es mi misión”. Esta experiencia también le está ayudando a recomponerse: “Todos mis errores, mis luces y mis sombras son parte de mi historia. Las cicatrices y las caídas hacen que sea el hombre que soy. Tener a la gente que tengo a mi alrededor ha merecido la pena para llegar hasta aquí. He encontrado un hogar en mi pareja Yana y en mis amigos. No son multitudinarios, pero son amigos de verdad”. Reconoce sentirse afortunado de tenerles a su lado: “Si les llamo a las cuatro de la mañana, cogen el coche y se plantan en mi casa en pijama y zapatillas. Mi asistente es mi amigo desde que nacimos y mi mánager es mi hermano. Tengo a mis padres sanos, de los que cuido, y hoy he estado hablando con mi abuelo, que está emocionado porque ayer me vio actuando en televisión [en El Hormiguero]”.
Pero el Bustamante de los conciertos no es el mismo que concede entrevistas, atiende a sus seguidores o pasa tiempo en familia. “Camino diferente y me creo el más grande cuando estoy en el escenario. Una vez se apagan las luces, soy Titín, soy David y soy cero divo”, asegura. Cuando nadie le ve, se convierte en una persona diferente: “Me encanta ser el papá de Daniella, el tío favorito de mis sobrinos, siempre estoy jugando y haciendo el gamberro, me arrastro, me disfrazo, les hago magia… ”. Tiene claro que este es el camino por el que quiere continuar: “Para mí siempre es más importante ser buena persona que el número uno a nivel mundial, quiero dejar buen poso y una sonrisa en la gente que se cruza conmigo. Uno va siendo mayor, busca la paz, la tranquilidad y la honestidad”.
Tenía 14 años cuando dejó el colegio y empezó a trabajar como albañil. “Era el mayor de tres hermanos y hacían falta dos sueldos en casa”, confiesa. Era un niño “inquieto y soñador” que sabía qué quería hacer, aunque no era fácil: “En un pueblo de 3.500 personas, cuando decía que yo quería ser cantante, que quería ser una estrella y que vinieran miles de personas y cantaran mis canciones, me decían: ‘Sí, venga’. Y me daban una colleja. La gente quiere verte bien, pero no mejor que ellos. Tienden a cortarte las alas, a quitarte esas ilusiones. Después de los muchos palos que me han dado, me alegro de haber sido fuerte y de no haberme vuelto frío y desconfiado”.
Probó suerte y se presentó al casting de la primera edición de Operación Triunfo. El resto es historia. En las últimas semanas, su nombre ha vuelto a ocupar la conversación en redes sociales con el estreno de OT 2025 y el exceso de formación académica de los nuevos concursantes. “Echo de menos un Bustamante albañil de San Vicente de la Barquera o a una Ana Guerra vendiendo colonias”, defendía una usuaria en redes. “La esencia que nosotros teníamos es que éramos chavales de la calle, que de alguna manera nos íbamos preparando, pero que éramos gente humilde, que nos dedicábamos a otra cosa y que teníamos mucha inocencia. No sabíamos qué iba a pasar. Ahora la gente va con la predisposición de hacerse una estrella. La naturalidad, permíteme que dude que exista del todo”, reconoce Bustamante.
Desde que salió de la Academia más conocida de la televisión, su nombre pasó a ocupar titulares y a convertirse en un personaje público reconocido por todo el mundo. Pero en estas más de dos décadas de carrera, también ha tenido que hacer frente a críticas y obstáculos por el camino, llegando incluso a decirle que sería flor de un día: “Ahora que tengo jardín, voy a ver estas flores dónde se compran”, responde entre risas.
En los últimos meses, su cambio físico también ha sido tema de conversación en redes. “Es gente frustrada que vive del odio. Es ponerle el pie en el cuello a alguien que quiere levantar la cabeza, que está en un momento más vulnerable, que está más bajo de ánimo, que no encuentra la motivación. Criticar a alguien por su aspecto físico es cruel y triste”, denuncia sobre la situación que ha atravesado. Y continúa: “Me toca a mí, pero mucha gente se puede sentir identificada. Tengo mis sentimientos y una hija adolescente, unos padres, unos abuelos y unos amigos… Con el tiempo no me afecta tanto, pero no entiendo esa forma de odiar”.
Todo comenzó hace un año cuando dejó de fumar. “Engordé, me costaba volver a empezar. Pero encontré tiempo para mí y volví a ponerme en forma. Soy muy dinámico, hago todo tipo de deportes, pero a veces no me apetece. ¡Y a ti qué te importa si me apetece estar tirado, viendo películas y comiendo gominolas! No entiendo por qué le molesta tanto a la gente”, sostiene.
Ha sido cantante, actor de teatro, bailarín, boxeador en La Velada de Ibai Llanos, cocinero en Masterchef Celebrity, imitador en Tu cara me suena… pero el papel más importante de su vida es el de padre. Fruto de su matrimonio con Paula Echevarría —que duró hasta 2018— nació Daniella, su única hija, que está a punto de cumplir la mayoría de edad. “Se parece mucho a mí y a su mamá. La hemos educado para que siempre procure huir de las confrontaciones y para que sea feliz. Es muy buena persona y se está convirtiendo en una mujer maravillosa. Que disfrute de la gente que le hace bien y la gente que le hace mal, fuera. No es fácil ser la hija de David Bustamante y de Paula Echevarría, pero ella lo lleva bien y procura pasar de todo”, afirma con emoción. El cantante ya sabe lo que su hija quiere hacer en un futuro, pero no da pistas: “Le digo que procure no hacer cosas de las que se pueda arrepentir, que tenga personalidad para no seguir la masa, que haga cosas que le diviertan y que se equivoque. Se tiene que caer y ahí estamos nosotros para componer los pedacitos. Me gustaría que fuera una mujer libre, que cumpla sus sueños y que sea trabajadora, porque ese es el ejemplo que ha tenido siempre en casa”.
Insiste en que está en su “prime» profesional, pero también está en un momento de plenitud en lo que respecta a su vida privada. Desde hace siete años mantiene una relación con la bailarina Yana Oliva, a la que conoció en un programa de televisión. “Soy una persona muy feliz porque en ella está mi hogar. Es una persona que me hace tener prisa por volver a casa y es mi compañera de vida”. Reconoce que es un romántico y un detallista, aunque no quiere revelar cómo conquista a las mujeres porque quiere que siga siendo un secreto. “No soy caprichoso, pero para mi gente lo que sea. Me lo gozo viendo la cara que ponen y la emoción. La vida me ha dado el privilegio de tener una vida cómoda y lo revierto en la gente que quiero”.
No piensa en el final porque quiere aprovechar cada momento de esta nueva oportunidad. Afirma que su sueño es ser feliz y vivir en paz: “Quiero hacer música. No soy ningún niño al que le van a venir a dar lecciones. Soy un hombre, un padre de familia y un músico que merece un respeto y un sitio”. A ese Titín que soñaba con ser cantante tiene claro lo que le diría: “Gracias, porque fue muy valiente. Me cae bien ese chaval. Le perdono y le agradezco a partes iguales, porque fue un caballo desbocado que quería triunfar y que fue tozudo y no se lo pusieron fácil”.
El cantante, inmerso en la gira ‘Inédito’, dice estar en su “prime” profesional y en un momento de plenitud tras haber recibido críticas por su cambio físico. El estreno de ‘OT 2025′ también ha puesto la naturalidad de su edición en el foco de conversación. “La esencia que nosotros teníamos es que éramos chavales de la calle”, recuerda EL PAÍS