Entre 1998 y 2014, la fecha de la muerte del genio, [[LINK:TAG|||tag|||633613025c059a26e23f76c4|||Paco de Lucía]] solo publicó un disco de estudio. Se llamaba, con toda la humildad y la sencillez, «Cositas buenas» (2004), pero fue, en realidad, la destilación de lo aprendido tras toda una vida como el guitarrista más impresionante de la historia. En ese tiempo, el de Algeciras publicó algunos discos en directo y también dio forma a un trabajo que apareció póstumamente, «Canción andaluza», dedicado a la copla y cuyo destino es difícil de conocerse de no haber fallecido el maestro. Por eso, aquel trabajo era «el disco» que quería hacer, el que colmó sus expectativas y en el que disfrutó de un proceso en el que se permitió los caprichos que le vinieron en gana: cantó él mismo, sí, cantó una bulería por soleá dedicada a su hija Antonia, se permitió «resucitar» la voz de Camarón y, además, fue el primero que grabó con ordenador en lugar de magnetofón. Tan contento estaba que incluso dio entrevistas: montó a la Prensa en un autobús para que fueran a verle a su casa de Toledo. Incluso, alérgico él a los trucos de mercadotecnia, grabó un videoclip. Ahora, veinte años después de aquel trabajo, aparece una reedición del album con el audio remasterizado y un sustancioso libreto escrito por el periodista Nacho Serrano.
Una vida más plácida
Como dice el propio Serrano en el texto que acompaña la edición, el maestro «hacía tiempo que con holgura se había ganado el derecho a una vida más plácida». Alternaba su residencia en España y México, y se bañaba en el Caribe como si fuera el Estrecho. «Pero cuando llegaba la hora de componer se ponía su bata japonesa, cogía su guitarra y se sentaba frente al ordenador para ir juntando todas las ‘‘Cositas buenas’’ que iban brotando de su privilegiada mente», canciones que grabó en el ordenador, como le acababa de enseñar a hacer el que será gran productor del flamenco en este milenio, Javier Limón. «Hasta ese momento, él había trabajado siempre de la misma manera: se levantaba por las mañanas, componía, y cuando tenía el tema aprendido lo grababa en cinta por la tarde. Con el ordenador se dio cuenta de que podía no sólo grabar, sino también componer», cuenta el productor en el libreto. El guitarrista aprendió la informática fundamental y desapareció en México seis meses. Así es como pudo escribir temas para dos guitarras de forma compleja, otra cosa que no había hecho nunca antes. Como cuenta Serrano, la grabación tuvo lugar en el estudio Casa Limón (por entonces llamado estudio Musiquina) en el barrio madrileño de Batán, en una circunstancia muy curiosa, porque Limón estaba trabajando simultáneamente en «El pequeño reloj» de Enrique Morente. «Yo grababa de diez a cuatro con Enrique y de cuatro a diez con Paco todos los días. Cuando terminaba Enrique llegaba Paco, se tomaban una cervecita, hablaban un rato de sus cosas y yo me quedaba con Paco hasta la noche. Por aquel entonces yo era joven y tenía energía», ríe Limón.
Por Casa Limón pasó un espectacular plantel de colaboradores. Antonio El Negro y Guadiana hicieron palmas y coros, el Piraña la percusión, Diego el Cigala y Ángela Bautista cantaron en «El tesorillo», La Tana en «Cositas buenas» y «Volar», Montse Cortés en «Patio custodio», El Potito en «Volar», el guitarrista Juan d’Anyelica tocó en «El dengue», y Tomatito en «Que venga el alba», el tema en el que canta Camarón por obra y gracia de la tecnología.
«Fue increíblemente emotivo», rememora el guitarrista almeriense más de veinte años después. «Cuando estábamos en el estudio escuchando la grabación de voz de Camarón para ver cómo hacer las guitarras, Paco se giró, me miró, y vi que se le estaban cayendo las lágrimas. Entonces me dijo con la voz entrecortada: “Parece que estamos los tres juntos, ¿a que sí?”. Nos quedamos los dos callados unos instantes. Recordarlo me da una pena terrible, fue uno de los momentos más sobrecogedores que he pasado en mi vida», recoge el libreto. Para Tomatito, participar en el disco fue «un honor gigantesco» porque «igual que toda la obra de Paco, es un disco que hizo su aportación abriendo un poco más las puertas del mundo a todos los guitarristas flamencos para que siguiéramos viajando pa’ arriba y pa’ bajo, y que mostró a un Paco con una experiencia y una musicalidad acumuladas que nos dejaron sin palabras, y que todavía sirven de inspiración a todos».
Sin tabaco
La lista de temas se completó con «Casa Bernardo», una rumba en la que tocaron el trompetista Jerry González y el contrabajista Alain Pérez, y que tuvo un sorprendente colaborador estelar: Alejandro Sanz. «Recuerdo perfectamente el día que vino», cuenta Limón en las notas del álbum. «En un momento de la sesión se acabó el tabaco, y Paco me pidió que fuera a comprar más. Abrí la puerta y allí estaba Alejandro, ¡con mil niñas detrás! Y no digo mil por decir, había por lo menos un millar de chavalas allí gritando».
Cuando Sanz entró al estudio traía mala cara: estaba afónico y no podía cantar. «¡Cada vez que iba a cantar con Paco se me rozaba la voz!», confiesa dos décadas después el autor de «Corazón partío», que dejó una colaboración insólita tocando el tres cubano, un instrumento nunca antes empleado en el flamenco. Para Limón, el disco «contiene lo que para mí es la cúspide de la obra de Paco, la soleá. ¡Compuso una hora de soleá y la grabamos entera! Era la cosa más difícil de tocar del mundo. Una vez grabada, editamos los seis minutos que se publicaron, y el resultado es alucinante porque hay tanta cantidad de música comprimida ahí… Es como una reducción de las que hacen los chefs en cocina, una cosa reducida a la esencia, con un sabor fuera de este mundo». El productor recuerda que algunas falsetas «las repitió setenta veces. Paco podía diferenciar diez centésimas de semitono adelantado o retrasado. Grabar con él fue un súper entrenamiento para desarrollar el oído y la sensibilidad rítmica». A su juicio, «es un disco en el que renuncia a todo alarde técnico y se centra en la esencia. Eso hizo que los guitarristas flamencos que no eran de técnica, sino de ritmo y esencia, lo consideraran el disco que abrió una nueva era».
Por el libreto que compone Nacho Serrano pasan las primeras figuras de la música española: Leiva, Ariel Rot, Igor Paskual, Carlos Raya, Armando de Castro, Juan Valdivia, Iñaki «Uoho» Antón, Juan Aguirre, Jorge Ilegal, Álvaro Urquijo… hasta llegar a Al Di Meola y John McLaughlin, almas gemelas del algecireño. Sus aportaciones son oro puro. Todos ellos son guitarristas,pero, como dice Igor Paskual, «Paco de Lucía está en unas alturas tan elevadas que hablamos casi de otro instrumento. Es como compararse con García Márquez. Al resto en algún momento nos han llamado escritores, como a él, y siento que no es justo, que hacía otra cosa. Lo mismo sucede con Paco, es algo inalcanzable. Pero sí que me mostró que hay caminos preciosos en el arte de la guitarra, al aprender de él que se puede sentir amor por el cambio constante sin perder un respeto feroz por la tradición».
Método y curiosidad para llegar al alma
La carrera de Paco de Lucía es la de un gigante de la guitarra flamenca. Pero en «Cositas buenas», según Antonio García de Diego, escudero de Sabina, rompió los moldes para un desarrollo innovador del instrumento. «Por eso su legado trasciende no sólo a cualquier género, sino a la música en sí misma, porque desató un nudo que, sin estar agarrotado del todo, tenía a la guitarra flamenca pegada a una ortodoxia histórica que en mi opinión la privaba del desarrollo que posteriormente se le dio», dice en el libreto del disco. «Paco de Lucía tuvo en sus manos la bendita curiosidad, la innovación sensata, metódica, y, sobre todo, abrió un terreno musical mucho más extenso en el mundo del flamenco, potenciando, como he dicho, al guitarrista no ya como elemento de acompañamiento, sino como intérprete de obras para guitarra, con la sonoridad del alma de la guitarra». Fue un gigante.
Publican, en el 20 aniversario de «Cositas buenas», una edición conmemorativa del disco con libreto a cargo del periodista Nacho Serrano Música, Cultura, Home La Razón Noticias sobre Música en La Razón
